viernes, 2 de diciembre de 2011
Los chanchullos
Este ha sido el virus por excelencia en nuestro país. En mi pueblo lo llamábamos “jeringonza”. Hay quien sale por la mañana, se dirige a una gestoría, deja sus papeles y a continuación la frasecita: “Oye, a mí hazme cualquier chanchullo pero yo no pago eso”. Se marcha y el gestor se queda estupefacto. El individuo en cuestión, en adelante “el señor”, se dirige al banco y allí pide que le hagan cualquier chanchullo para que no aparezcan tantos ingresos de cara a Hacienda. El banquero intenta explicarle y el señor le contesta: “Venga, no te enrolles, tú estúdialo y mañana me lo cuentas”. Después compra unos muebles en la tienda de al lado con una condición. “Oye, que a mí no me cobres el IVA”. “Señor, le contesta el dependiente, es que nosotros no estamos por módulos, nuestra contabilidad es directa”. El señor le responde: “A mí no me vengas con ese argumento, tú has algún chanchullo, que sé que lo puedes hacer… ¡qué me vas a contar!”. A continuación entra en la Abogacía y pregunta cómo va lo suyo. “Mal, muy mal, ibas sin cinturón, llevabas un faro roto, te saltaste el semáforo en rojo y para que no pillaras a la viejecita, ésta tuvo que correr y casi le da un infarto, aparte que ni siquiera nos hemos interesado por ella”. El señor contesta: “Pero algún chanchullo se podrá hacer, ¡digo yo!, anda, estudiadlo”. Llega a casa y allí le esperan unos albañiles para hacerle un presupuesto sobre una obra y le explican diferentes precios dependiendo de la calidad. Como el señor lo quiere todo bueno, bonito y barato y es consciente de que el trabajo está muy difícil para los obreros, se decide por una propuesta “intermedia”, es decir, la de mejor calidad al precio más económico. O sea, donde le ofrecen gotelé, él pide estucado. “Oiga, le contestan, eso no puede ser, ¿no lo comprende?”. Enseguida el señor salta como un león y los pone a caer de un burro: “A mí no me vengan con chanchullos, que yo soy una persona seria. Ya saben, si lo quieren así, bien; si no, lo dejan. Pero chanchullos no los consiento”. Aquí termina una historia interminable: La de aquellos que ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el suyo, algo que lo entiende todo el mundo. Pero de lo que hablaremos otro día, porque necesita explicarse, será de “ponerles a caer de un burro”.
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