Mañana, 31 de diciembre, debería ser declarado el día de los
buenos propósitos o el de la esperanza, que coincidiría con Esperanza Gracia, una
bruja formal para quien no lo sepa, que debe pagar impuestos y todo. Pero esto
de los videntes ya no es lo que era. Ni mucho menos. La gente ha dejado de
creer. Pienso que ni siquiera siguen los ceremoniales. Qué tiempos aquellos en
los que con tanta fe, un día como mañana, se seguían los consejos de la bruja
Lola, de Aramís Fuster o del mismísimo Rappel, el ilustre vidente de la jet marbellí
antes de que Hohenlohe falleciera y otros se quedaran sin blanca. Un grupo de
adivinos, junto a Aceves, más listo si cabe este último, que se recicló como
vidente de los ricos, con los que sobrevive y siempre acierta, quizá porque no
haga otra cosa sino recordarles lo bien que les quedan las últimas reformas. Pero
yo quería decir que a este grupo cuando llegaban estas fechas les sobraba
trabajo. Con ellos entramos en la burbuja y en el milenio, y daba igual el
material que te pidieran para hacer pócimas y cargarte de energías positivas,
que tú pedías un préstamo personal si hacía falta y allí estabas delante del
televisor con el aceite, las velas, las braguitas rojas, los calzoncillos en la
cabeza, lo que fuera… siguiéndoles a
rajatabla. Y nada de ir a comprarlos a Cobo Calleja, pues si pedían unos
“vuitton”, con tal de atraer la buena suerte, ahí te ibas tú a las tiendas de
la Castellana madrileña. ¡Qué felices éramos! Con qué fe te escribías los
deseos para el año nuevo y seguías las instrucciones de nuestros chamanes
favoritos, casi siempre pisando los papelitos con el pie izquierdo para después
de las uvas echarlos con toda la ilusión
del mundo sobre la pira de cristal. Un secreto: mi ídolo era el vidente de las
verduras, un tal Paco Porras, con el que llorabas siguiendo sus brebajes de
cebolla, pero hay que reconocer que era un tipo divertido y, por cierto, amigo
de la gran cantante Tamara “la mala”, después Yurema, y de otros, como el
showman Ginés o el compositor Leonardo Dantés, autor del gran tema “No cambie”.
¡Qué tiempos aquéllos! Además, nuestros deseos no eran de chichinabo, pues
aparte de pedir salud y salir del mileurismo, que ser mileurista estaba mal
visto, queríamos viajar a las cataratas del Niágora. Vivíamos un sueño, pero
quizá no fuéramos felices del todo, ya que invocábamos a las energías
sobrenaturales para que los bancos nos concedieran una hipoteca a noventa años,
única manera de hacernos con un pisito, pues su precio estaba a más altura que
los áticos. Lo que pasa hoy día no lo debería decir, porque lo saben, pero los
deseos no están en conocer París o Roma, sino en conocer un billete de
quinientos euros.
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 30/12/2014.
Acompañadme:
http://salamancartvaldia.es/not/59602/los-malos-ejemplos#sthash.9eH22zB3.dpuf
Hoy, como título: "Adiós al Año del Tigre".
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