Mi hobby es vivir. Yo querría vivir siempre. Y también deseo que vosotros viváis conmigo. Hasta he soñado que me gustaría ser el último de mi Facebook. Decir: “¡Vámonos!”, y cerrar. Los sueños, ya se sabe, o son vanidosos o transmiten nuestros miedos. Y como la vanidad es la enfermedad de los poderosos, es posible que mis sueños los produzca el miedo. ¿Miedo a qué? ¿Al olvido? Reconozco que no soy un buen feubiano como no soy un buen católico. El buen feubiano tiene que ser compulsiv@, poco compasiv@, generos@ con las causas perdidas, empatizar con todos los informantes, compartir esas frases dignas de ti, ser amig@ del enemigo si se puede y, sobre todo, no ser un feubiano de fin de semana. Y si además de todo esto se es creativ@ con las letras o la imagen, es justo que en el cementerio de Facebook haya una lápida con tu nombre. Yo no soy ese, querida Isabel. Soy un mal feubiano que además trabaja como Dios en estos tiempos: a media jornada. Sin embargo, hoy no estoy especialmente tétrico, sino rematadamente loco, y en mi paseo matutino, en los que no voy a perder peso, sino a ganar vida, he reflexionado por qué enferman los árboles de Madrid. Tanto, que sus ramas no pueden con su carga de rocío. Ramas de hojas verdes llenas de vida que no se sabe qué presagian cuando mueren de pie y matando. La muerte es una consecuencia de la vida, los cuerpos se desgastan, pero vosotr@s no podéis morir jóvenes como soldados en guerra. Esto es la rebelión de la metáfora. El tronco madre tira al hijo o a la hija porque ya no puede sostenerl@. El Facebook, los árboles, la vida, todo es lo mismo: son viajes al interior del hombre. Así que vuelvo a la realidad. No me puedo quedar ahí por mucho tiempo. La vida en el interior es muy difícil, tan difícil como ver juntos a Juan Carlos y Sofía.
Ilustración: "El sueño", de Dalí.
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes.
Acompañadme:
El título: “¡Que lo lean en Ciudad Juárez!”.
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