lunes, 15 de septiembre de 2014

SI NO FUERA POR VOSOTRAS...


Si no fuera por las mujeres, el mono desnudo aún no sabría qué ponerse. No es mi caso, pues a mí no hay cosa que más me guste que ir de compras. Impagables esos momentos en los que te preguntan por las manoletinas. “Cari, ¿te gustan?”. ¡Cómo no te van a gustar! No lo dudas. ¿Qué digo yo? Nunca habías visto unas manoletinas como aquéllas. Y no muy bien has salido del establecimiento, cuando te vuelve a preguntar: “¿Tú crees que me irán bien con los pantalones fucsia?”. Ahí te das cuenta de las deficiencias de tu cerebro. Han pasado cinco minutos y ni siquiera recuerdas el color de las dichosas zapatillitas. “Sí, claro, el negro combina con todo”. Miras su cara de sorpresa y ¡me cachi! que has metido la pata. “Pero cariño, si he cogido las de color melocotón. ¿Te gustaban más las negras? Volvemos y las cambiamos…”.  Tú gritas: “Noooooo. Es que me he equivocado. Me refería a ésas”. Y de allí pasas a una tienda de bolsos que está en la otra punta. Y jurarías que en la tienda de zapatos también había bolsos, pero bueno, era aquí donde ella los habías visto con anterioridad. Este es el momento en el que te acuerdas del Príncipe Carlos de Inglaterra para echarle un pulso, y si él ha soportado la compra de los centenares, ¡qué digo!, miles de bolsos que le hemos visto a Doña Camila, ¿cómo tú no vas a estar a la altura? Dispuesto a lo que haga falta. Escuchas: “Éste me combina muy bien con el traje beige que me regalaste”. Haces memoria y no recuerdas tal traje. Es otra o la misma deficiencia que se tiene en casos parecidos. Sabes que has asistido a compras en las que te han dicho: “El señor puede pasar por Caja”, pero nada más. Ella insiste: “Dime, cari, ¿no ves tú que el bolso me puede combinar bien con ese traje?”. Tú no quieres que se demore más la compra y contestas: “Sí, sí, por supuesto”. Miras la etiqueta y te da por decir lo que se dice en época de crisis: “En las rebajas de enero lo tienes a mitad de precio”. Pero… ¿Por qué dices eso, calamidad? Si ese es un momento que se ve venir: “¡Qué saborío eres! No sé cómo voy contigo de compras…”. Así que una vez puesto, para qué ser sencillo, déjate llevar y visita más tiendas. Además, para entonces ya te habrá dicho: “Quiero que te compres algo, me da vergüenza la manera cómo vas”. Hasta que llega la noche y en sueños se te aparece la cara del banquero, que es como la cara del hombre del saco en versión de adultos, y te puedo asegurar que pasarás mucho miedo. Y, como conclusión, menos mal que llevo a gala mi alejamiento de cualquier tic machista se halle donde se halle, pero voy a decir la verdad: me tenéis que entender que no me guste ni ir de tiendas ni ir de compras. Mi admiración a esos hombres pacientes como don Alfonso de Alba, marido de la Duquesa, un hombre que tiene que saber de bolsos tanto como el señor Vuitton, pero yo no. Es más, me disperso de tal manera que, aun cargando con las bolsas, soy como una pavesa sostenida por dos zapatos.

En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes.

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El título: “Qué Pablo queréis”.

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