Hay gestos que quedan en el recuerdo, como el de Elsa Fornero, ministra de trabajo en
Italia, que cuando tuvo que comunicar a su pueblo unas medidas de recorte, sus
lágrimas sinceras y espontáneas inundaron nuestros televisores. Fue un día de
2012. Y esta mujer quedó retratada para siempre y para bien.
Hace unos días, otra mujer, Ana
Isabel Tejerina, concejal del PP en el Ayuntamiento de Toledo, antepuso su
dignidad a la deshumanización demostrada por su grupo. Y también la televisión
estaba allí para contarlo.
El portavoz del PP y a la vez presidente de la Diputación, Arturo García Tizón, se levantó de
manera altiva –alguien puede calificarla de chulesca–, y tras él todo su grupo,
menos la aludida, para no escuchar las justas reivindicaciones de unas
madres cuyos hijos tienen cáncer.
Si la noticia ya era fuerte, ¡como para no escucharla!, cuando
nombraron al Sr. Tizón me quedé algo confuso. Era un nombre que lo tenía en la
punta del disco duro de mi cerebro, por lo que me puse a procesar y me salió en
pantalla el mismo Tizón que, creo recordar, militaba en Alianza Popular treinta
y tantos años atrás.
En aquel tiempo era un joven treintañero que fue protagonista,
por presunta osadía, de lo más ridículo
que pudo ocurrir en aquella de por sí ridícula moción de censura que Hernández Mancha le hiciera a Felipe González. García Tizón tuvo que
debatir, nada más y nada menos, que con Alfonso
Guerra. Un Guerra curtido y con una sagacidad a prueba de bomba.
Más que alegatos a la política de Felipe González, el Sr. Tizón,
con la televisión en directo, se dedicó a hablar de lo encantado que estaba de
conocerse, y nadie sabe si acomplejado por pertenecer al partido que defendía,
hizo una semblanza de su vida en la que no escatimó en ponerse como modelo de
militante del partido.
“Sr. Guerra –vino a
decir–, yo vengo de una familia de
obreros, mis padres se sacrificaron para que estudiara y mire usted lo lejos
que he llegado”.
Cuando el Sr. Guerra subía a la tribuna para darle réplica, ya llevaba puesta aquella
media sonrisa de hiena y de izquierdas que era temible para sus adversarios.
“Sr. Tizón, admiro en
usted lo lejos que ha llegado. Su clase debe sentirse orgullosa de verle como
portavoz del partido de la derecha. No se puede subir más alto ni llegar más
lejos, de veras le felicito”. Hasta aquí la anécdota.
Alfonso Guerra, en vista de la debilidad del Sr. Tizón, fue muy benevolente.
Sr. Tizón, hubo mucha gente que se partió de risa; a mí,
sinceramente, me dio usted pena y llegué a olvidarle. Sin embargo, el otro día
me entristeció al ver cómo un padre le daba, llorando a lágrima viva, un papel
para que se informara de la situación de su hija, en extrema gravedad, y usted
lo apartó con desprecio.
¡¡¡Incalificable!!! Así sobreviven algunos en política.
Vea mi nuevo artículo de los martes en http://salamancartvaldia.es/col/177/fernando-robustillo/
Hoy titulado: "En mi voto mando yo".
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