martes, 29 de abril de 2014

NO HUBO NUNCA MEJORES JEFES

Una televisión de ámbito nacional, que por defecto se había ganado en muchos hogares la adjudicación del mando a distancia, con un buen telediario, programas que dan vidilla por su sentido del humor, periodismo de investigación al más alto nivel y debate político con intención de ser objetivo, no sé qué virus ha podido infectarle, pues en la actualidad, por salud mental, en algunos horarios hay que migrar hacia otros canales.

Me explico. Los espectadores que tienen una sensibilidad y agudeza especial están muy “cabreados” y no creen que sea de buen gusto que los ricos enseñen sus lujosas mansiones. Y así ocurre, no es broma, esa misma televisión luce, con todo alarde de detalles, desde el hall hasta la casita del perro –animalito con tal  presupuesto en peluquería y manicura que haría feliz a cualquier familia desahuciada– unos palacios de vanidad construidos con los mejores materiales. Un amigo me tranquiliza y señala que los dueños no son ricos, sino trabajadores que ahorran –¡ah! – y consiguen el capital con los 600 euros del salario base.

No obstante, esperemos que el virus no sea una plaga, pues en el mismo canal la parrilla exhibe otro programa en el que hace llorar la ingente generosidad de ciudadanos con posibles. La emisión nos presenta a un gran jefe real, ni superficial ni de diseño, que se disfraza de trabajador –¡felicidades a los profesionales de caracterización que realizan lo imposible!– y se introduce en los distintos departamentos de sus empresas para mejorarlas.

Hasta aquí todo bien, pero al final lo estropean. Lo normal, todos lo sabemos, es que sin cámaras ese señor se enfade y sancione a aquellos profesionales que aun sabiendo trabajar no intuyen los estados de ánimo del jefe;  pero no, nada de eso, ya que cuando éste les comunica los errores en los que han incurrido lo hace para premiarles. Se trata de un bendito conmovido por los problemas personales de sus empleados y que dice frases cariñosas del estilo: “a la gente buena le ocurren cosas buenas y tú eres buena persona” (sic). ¿Ocurrirá que nos paguen por ser buenos?

No se sabe si los programas referidos están subvencionados o son una anunciación divina del futuro: grandes jefes comprensivos que aplicarán sueldos muy bajos para poder pagar sus cuasi-templos y mucha mesura con sus empleados. Y a éstos, aunque pierdan sus viviendas y solo les quede lo suficiente para comer, si son “buenos chic@s”, les pagarán el arreglo de una muela o la compra de unas gafas y muy poco a poco se lo irán descontando. Esto será una gran  ayuda para la dieta.


Gracias y no me pregunten por qué. Ha llegado el tercer milenio, todo ha cambiado y la vida será como Dios manda: cobraremos por ser buenas personas.


Vea otro de mis artículos de los martes en www.salamancartvaldia.com

Esta semana con el título: "El fútbol es cultura". 

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