Una televisión de ámbito nacional, que por defecto se había
ganado en muchos hogares la adjudicación del mando a distancia, con un buen telediario,
programas que dan vidilla por su sentido del humor, periodismo de investigación
al más alto nivel y debate político con intención de ser objetivo, no sé qué
virus ha podido infectarle, pues en la actualidad, por salud mental, en algunos
horarios hay que migrar hacia otros canales.
Me explico. Los espectadores que tienen una sensibilidad y
agudeza especial están muy “cabreados” y no creen que sea de buen gusto que los
ricos enseñen sus lujosas mansiones. Y así ocurre, no es broma, esa misma
televisión luce, con todo alarde de detalles, desde el hall hasta la casita del
perro –animalito con tal presupuesto en
peluquería y manicura que haría feliz a cualquier familia desahuciada– unos
palacios de vanidad construidos con los mejores materiales. Un amigo me tranquiliza
y señala que los dueños no son ricos, sino trabajadores que ahorran –¡ah! – y
consiguen el capital con los 600 euros del salario base.
No obstante, esperemos que el virus no sea una plaga, pues en
el mismo canal la parrilla exhibe otro programa en el que hace llorar la
ingente generosidad de ciudadanos con posibles. La emisión nos presenta a un gran
jefe real, ni superficial ni de diseño, que se disfraza de trabajador –¡felicidades
a los profesionales de caracterización que realizan lo imposible!– y se introduce
en los distintos departamentos de sus empresas para mejorarlas.
Hasta aquí todo bien, pero al final lo estropean. Lo normal,
todos lo sabemos, es que sin cámaras ese señor se enfade y sancione a aquellos
profesionales que aun sabiendo trabajar no intuyen los estados de ánimo del
jefe; pero no, nada de eso, ya que cuando
éste les comunica los errores en los que han incurrido lo hace para premiarles.
Se trata de un bendito conmovido por los problemas personales de sus empleados
y que dice frases cariñosas del estilo: “a la gente buena le ocurren cosas
buenas y tú eres buena persona” (sic). ¿Ocurrirá que nos paguen por ser buenos?
No se sabe si los programas referidos están subvencionados o
son una anunciación divina del futuro: grandes jefes comprensivos que aplicarán
sueldos muy bajos para poder pagar sus cuasi-templos y mucha mesura con sus
empleados. Y a éstos, aunque pierdan sus viviendas y solo les quede lo
suficiente para comer, si son “buenos chic@s”, les pagarán el arreglo de una
muela o la compra de unas gafas y muy poco a poco se lo irán descontando. Esto será
una gran ayuda para la dieta.
Gracias y no me pregunten por qué. Ha llegado el tercer
milenio, todo ha cambiado y la vida será como Dios manda: cobraremos por ser
buenas personas.
Vea otro de mis artículos de los martes en www.salamancartvaldia.com
Esta semana con el título: "El fútbol es cultura".
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