En estos instantes, ingenieros aeronáuticos, técnicos
aeroespaciales, políticos internacionales, personal de la aviación, familiares
de viajeros, etc., realizan una y mil conjeturas sobre qué pudo ocurrir al avión
con vuelo desde Kuala Lumpur a Malasia.
A diez días de su desaparición, con investigaciones de todo
tipo sobre la tripulación y pasajeros, nadie puede asegurar si se lo ha tragado
la Tierra, el Mar o el Cielo. Y, aparte del destino de las personas de a bordo,
lo peor es que entremos en terrenos de la parasicología o las abducciones, pues
en dicho caso el mundo se llenará de videntes de todo a cien y puede que
resucite para poner orden hasta el eminente doctor, psiquiatra y parasicólogo,
Fernando Jiménez del Oso.
Todo lo cual nos hace pensar en la urgencia de conocer
cuanto antes el destino de dicho avión. Espero que quienes aún creen en las
cosas de este mundo y ponen toda la sensatez para que impere la lógica, si ya
tienen datos y no informan de ello sea por motivos de estrategia a los más
altos niveles de investigación policial.
Si no es así, yo tengo una hipótesis, aunque quizá sea un
poco descabellada, puesto que hablo de sensibilidades en un mundo de
secuestradores, y eso no casa, pero como pensamiento express en estos momentos
es tan creíble como la de cualquiera.
Imaginémonos aquel avión del fatídico 11-S que no llegó a
caer sobre ningún edificio por una rebelión a bordo de los propios pasajeros, o
al menos así nos lo contaron. Allí se dio la circunstancia de que el pasaje ya
conocía el destino de dos aviones anteriores contra las torres gemelas y
decidieron hacer algo. Se convirtieron en secuestrados en acción pero quizá con
los pilotos muertos.
¡Quién sabe cómo se desarrollaría aquello! ¿Habría algún
tipo de negociación? Fuera como fuera, actualmente es muy difícil entrar en un
avión cargado de un arsenal. Es decir, de la lección de ayer se aprendieron las
restricciones de hoy.
Pero también pudieron aprender los terroristas. Y en su
lenguaje –hablo de terror en cualquier lugar en conflicto– quizá estampar
trescientas personas contra un edificio lo vean como una chapuza, no como
trescientos crímenes en uno. Así que rectificar es de sabios.
Es decir, se
secuestra un avión limpiamente, se lleva al pasaje a un lugar determinado de
antemano, ojalá y sí, y desde dicha ocupación, bien tupido el avión de metralla y de
combustible, se realiza un atentado en cualquier lugar del planeta.
Y ojalá y no, pero me temo que puede ser una asignatura de Primero de
Terrorismo. Quizá hoy, mientras no aparezca dicho avión, nadie debería dormir
tranquilo.
Hoy martes, mi artículo en www.salamancartv.com/contributorpost/que-bono-salga-de-misa/ creo que lo disfrutarán.
Hoy martes, mi artículo en www.salamancartv.com/contributorpost/que-bono-salga-de-misa/ creo que lo disfrutarán.
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