martes, 25 de febrero de 2014

ECONOMÍA DE RASTRILLO

El economista Gay de Liébana es un “fenómeno” –palabra muy utilizada por él en diferentes contextos– al que le ha dado, querámoslo o no,  por enseñarnos Economía a la fuerza. Pero este gran profesor tiene un problema y ese problema no es otro que le fallamos los alumnos. Un ejemplo: si todo un señor Alfonso Rojo no entiende y pregunta (véase el último sábado en la Sexta) “qué es el gasto público”, entonces el reparto de luz que origina ver el programa lo pagarán a escote entre menos espectadores, pues es ingente la desbandada de espectadores que tira para la Cinco ¡si tal señor Rojo no lo entiende, qué hacemos nosotros allí…! Y si a eso añadimos el show del señor Malhuenda, que para decir a todo absolutamente “no” siempre dice “sí, hombre, sí, sí, sí, que te lo crees tú eso, sí, sí, sí…”, entonces Jorge Javier Vázquez nos recibe a todos en la cadena de la mala rima con los brazos abiertos. “Hay una cosa que os quiero decir”.

Esta hipótesis mía vale tanto como los razonamientos del señor Gay de Liébana y de todos los gurús que se dedican a eso de la Economía. ¡Qué mala leche!, dirán algunos, con lo majo que es el profesor. Y lo dicen con toda la razón. Es majo de verdad, pero ahora, y en televisión, no necesitamos que nadie nos explique la macroeconomía, porque al final se llega a la conclusión de que el gobierno, nuestro gobierno, el pobrecito, está metido en una espiral de la que no puede salir, pues los estudios del señor Gay de Liébana emergen de la economía puesta ya en marcha por los señores Guindos y Montoro. No tengo nada contra el señor Gay de Liébana, que tiene un gracejo muy especial, pero me cae mejor el señor Revilla cuando me explica que en cuanto caímos en este pozo comenzaron a salir ladrones de bancos por todas partes.

Es cuestión de gustos. Y hasta los que no somos economistas también tenemos algo que decir. Aunque no sé si se nos entenderá, pero vamos a soltarlo. Antes  piensen en una cosa, que los que no sabemos de Economía sufrimos paranoias por todas partes. Eso también hay que tenerlo en cuenta. Por ejemplo, Portugal, Grecia y España tienen los sueldos más bajos de Europa, y esto sigue en picado y sin control de ninguna prima; al revés, los estudios de la CEOE y las recomendaciones de la UE son que los sueldos tienen que bajar más todavía. Y si esto se me ha entendido, sigamos: ¿Qué se pretende hacer con estos países? ¿Qué sean la China o la India de Europa?  Hace unos días saltaba la noticia de que las exportaciones de España  en los últimos meses se habían incrementado en más de un 20 por ciento. Al menos este dato me da la razón: producimos más barato; por tanto, comienza a dar resultados la bajada de sueldos y la facilidad para despedir.

¿Pero esto crea empleo? Sí, por supuesto, creará empleo a largo plazo, pero será empleo de todo a cien. Me explicaré: Europa se tiene que cobrar la automatización que supuso para la mayoría de las empresas  aquellas ayudas que llegaron en los años de bonanza. Una modernización, por supuesto, incompatible con plantillas desmesuradas para los nuevos tiempos. Es decir, que con la automatización las empresas  necesitaban desprenderse de todo el excedente de mano de obra que les restaban beneficios. Así, con toda urgencia, se precisaban unas leyes  apropiadas para abaratar el despido y cambiar la manera de pensar del trabajador. Partiendo de ello, entre las prioridades del empleado no debían estar, por este orden, la familia, la salud y el trabajo, sino al contrario: todo por el trabajo. Se trataba de un modelo chino que a sus jefes les estaba dando pingües beneficios, con sueldos de miseria, jornadas de 18 horas, vida en pisos insalubres y la familia inexistente.

Para transitar por este camino, ¿qué era lo prioritario? Muy fácil: Única y exclusivamente un Gobierno muy de derechas que convenciera a los indecisos de que la izquierda no tenía empresas y que ellos eran el partido del empleo. No hacía falta mucho más. Tan sólo explicar en un programa de mano lo que acabamos de decir y hacer todo lo contrario.

“Pero si bajan los sueldos y crece el paro no habrá consumo interno”, dicen aún los más incautos. Y yo que no soy un “gurú” de nada, ni lo pretendo, me pregunto: ¿Pero alguien ha hablado de consumo interno? ¿Qué va a consumir un “medioleurista”? Aquí lo que importa es la exportación y si alguien quiere trabajar de camarero para atender al turismo extranjero, que lo haga, pero sea de una u otra manera no existe obligación alguna de reinvertir beneficios, y, por tanto, éstos se marcharán al paraíso y a pagar políticos y consejeros. Por lo demás, si “los seis millones” no se marchan a Laponia, que esperen, que el nuevo sistema neoliberal, si son buenos chicos, en veinte o veinticinco años los irá absorbiendo a razón de un euro la hora o quince euros la peonada.

Que me disculpe el señor Gay de Liébana. Ya se habrá dado cuenta que mi tesis “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Sé bien que su formación es para iniciados y privilegiados. Volveremos a verlo con mucho gusto a ver si se nos contagia algo.

Hoy martes lean mi artículo en www.salamancartv.com/contributorpost/sin-justicia-universal-usted-le-da-primero-y-nosotros-despues/, les hará pensar y creo que lo disfrutarán.

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