En esta bendita faz de la tierra llamada España, en la que
nos encontramos rodeados por más mares que los que nos enseñaron en la escuela,
a mí me fascina uno al que muy pocas veces se alude. Es el mar de la
hipocresía. Ese mar en el que nos dicen que todos somos iguales ante la ley,
que el reparto de las cargas económicas del país son equitativas, que si hay
que apretarse el cinturón nos lo apretamos todos, que la igualdad entre el
hombre y la mujer está en cotas que nunca hubiéramos imaginado... Miren
ustedes, por favor, no se rían en privado, dejen de decir eso que tanto les
divierte. Verán, ahora se lo voy a decir a los pobres por si se les ha olvidado
aquel infumable tiro en público, otro más –“que se jodan”– que retumbó en la bóveda
del Congreso. Pobres: Si en cuestión jurídico-económica ustedes no pertenecen a
ningún “caso” (caso Palau, caso Gürtell, caso Fabra, caso Urdangarín, caso
Roldán…) ellos los suelen ver como a unos pardillos; si creen que lo de
apretarse el cinturón es el mismo sacrificio para los de arriba que para los de
abajo, ustedes son unos inocentes. Ellos se aprietan el cinturón por la cintura
para dar mejor aspecto. (¿No se acuerdan que antes los poderosos eran gordos y
con puros? Hoy no. Hoy la mayoría son atléticos y la visión de orondos y
“apuraos” no encaja con el buen vivir). ¿No se dan cuenta que ustedes el
cinturón lo tienen atado al cuello y en el último agujero? Si no se dan cuenta
es que son muy buenas personas. Por último, cuando se refieren a la igualdad de
la mujer, ustedes piensan que se trata de la primera mujer, de la santa con la
que se casaron en primeras nupcias, pues no, esa está peleando con los hijos, ellos
no, ellos están en la tercera o cuarta, la de treinta años menos, a la que
colman de regalos y la divierten hasta que caen rendidos a sus pechos. Si ustedes
son de los que creen que esos mismos, los que están en las cúspides de las élites,
van a misa para pedir por los problemas del mundo, ¡lo tienen claro! La mayoría
de ellos, no la totalidad, que hablando de religión hay de todo en la viña del
Señor, van para que los vean sus clientes y los consideren personas de fiar. Si
me han seguido hasta aquí, saben que no les estoy diciendo nada nuevo, pero es
bueno que antes de que los re-cortes nos
lleguen a la cabeza, refresquemos la memoria. Por último, les voy a decir algo
que quizá también les suene: A los poderosos les gusta profetizar, y una de las
profecías más curiosas y que siempre me hizo mucha gracia –para que vean
ustedes que estoy simpático y hablo distendido, puesto que no estamos locos y
sabemos lo que queremos– es aquella “de que si hoy se repartiera todo el dinero
del mundo por igual, mañana, de nuevo, unos se levantarían ricos y otros
pobres”. Y claro, como tengo ese problema que me da por pensar, yo les
preguntaría: “¿Pero serían los mismos?”. Porque yo he conocido muchos en el
poder que son tan pobres, que sólo tienen
dinero. Y si perdieran el dinero… Bueno, mi querido Padre Francisco, yo creo
que usted sí firmaría este artículo.
Nota: Vean otra
opinión de Fernando Robustillo aparecida ayer martes y, si les gusta, no se
repriman y califíquenla en www.salamancartv.com/contributorpost/toca-superar-el-miedo,
periódico digital con más de setenta columnistas.
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