viernes, 20 de septiembre de 2013

NERUDA VIVE

Salgo del Ateneo salmantino con la seguridad de que cada diez años tenemos allí una cita con Neruda. La próxima será extraordinaria: ¡cincuenta años desde aquel fatídico 1973! Ahora estamos en el cuarenta. Aquel fue un 23 de septiembre  para más detalle, doce días después de que fuera golpeada su libertad. Neruda, sin más, aquella jornada despertó para morir, moría de pena. Una vida de inspiración expiraba. Imaginaba la barbarie y no se equivocaba: sus casas de Santiago e Isla Negra fueron asaltadas. Pero esto no es parte de la excepcional semblanza que el conductor del acto, Toño Blázquez, realizó ayer de su figura, la de un hombre de cultura, no un hombre político, un gran poeta que cuando quiso supo hacer un puente sobre su ideología. Esta otra realidad de la que hablo ha sido recogida del recuerdo y de la prensa clandestina de la época. Pero como quien nos importa es el Neruda poeta, diré que ayer revivimos, en la voz de veinte amantes de la poesía, muchos de ellos poetas, los veinte poemas de amor con los que Neruda, Neftalí Reyes fue su auténtico nombre, conquistó el mundo. Particularmente tuve la fortuna de recitar el Poema 11 (“¡Ay! Seguir el camino que se aleja de todo, / donde no está atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío”) y otro compañero leyó el 15, un poema que tuvo la suerte de la trascendencia: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, / y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. / Parece que los ojos se te hubieran volado / y parece que un beso te cerrara la boca”. Sin embargo, paradójicamente, este poema no es el santo y seña del poeta, pues Neruda rimaba de metáfora en metáfora, no de versos sobre versos, pero es igualmente suyo porque un poeta inteligente nunca escatimará palabras como si no le pertenecieran. Neruda, ya lo hemos dicho, se nos fue hace cuarenta años, pero tenemos mucho Neruda por descubrir, por releer. De su libro póstumo “Confieso que he vivido” entresaco estos versos que nos habla de un Neruda eterno: “Es verdad. Las tierras de la frontera metieron sus raíces en mi poesía y nunca han podido salir de ella. Mi vida es una peregrinación que siempre da vueltas, que siempre retorna al bosque austral, a la selva perdida”. Gracias al Ateneo por un acto como el de ayer, día 19 de septiembre.

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