miércoles, 17 de julio de 2013
SORPRESA A LOS 60
Ayer organicé mi currículum de 59 años más uno y cuando lo
copié en un pendrive me sentí ridículo. ¡Sesenta años para esto! Los presupuestos
de toda una vida atrapados por dos dedos. Rápido tomé medidas. Cogí el autobús
de los sesenta, me acerqué al INEM y miré en el corcho de las ofertas, ¡a
rebosar!, pero no se engañen que eran ofertas de cursos para parados. Y no sé
si será casual, pero las veces que he pasado por allí, junto a este panel
siempre se encuentra algún listillo que, a modo de tendero, te va diciendo que “uno
como ése lo tengo hecho yo y no vale para nada”. Y ayer tropecé con un
individuo de éstos. Enseguida se tomó confianza y hasta que no le enseñé el
currículum no se quedó tranquilo. Ojea papel por papel y me dice que me falta
lo más importante. Pienso para mí qué será eso tan importante. “Ahora te cuento”,
y sigue ojeando. Una vez llega al final, que en papel parece mucho más, me
pregunta por la carta de recomendación de la última empresa. Intento explicarle
que no me la dieron y me corta: “Nada, esa la tenías que haber pedido tú. Así no
te vas a colocar nunca”. Le pido que me enseñe la suya y voy leyendo a
vuelapluma: “por su entrega…, colaboración…, buen comportamiento…,
profesionalidad…”. Sólo se me ocurre preguntarle: ¿Tú cuántos años tienes y cuántos
llevabas en la empresa?. “Tengo sesenta y llevaba trabajando treinta”. Lo raro –me
sorprende– es que a un tipo con este aval le hayan despedido. “Es que fue un
despido con acuerdo. Rebajé la indemnización cinco mil euros y me dieron esta
carta”. ¡Coño, pues si esta carta vale cinco mil euros, no la pierdas, que a tu
edad va a ser muy necesaria! Le doy un apretón de manos y cuando me distancio
me grita: “Piénsatelo, que sin esta carta no te colocas”. ¡Tener 60 años para
esto! Le doy vueltas a la carta y recuerdo a un compañero de juventud en Madrid, corrector, para quien las
cartas de recomendación significaban: “Entrega” (robar el tiempo a tu familia),
“colaboración” (vender a tus compañeros), “comportamiento” (no reivindicar tus
derechos), “profesionalidad” (ser profesor a los treinta y niño de los recados
a los sesenta) …“y gilipuertas, que
cuando llegaste ni siquiera era una empresa”. Esto último no se pone en las
cartas. No sé qué habrá sido de él, pero con esa manera de pensar imagino que
hoy estará echando horas en el twitter.
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DSe todos modos .igual que el colega ese son casi todos en este país, aunque pienses lo contrario.
ResponderEliminarA pelotas los españoles no les gana nadie.