LA SALAMANCA QUE PERECE
Cuando los grandes de hoy (nada peyorativo) éramos pequeños,
aparte del respeto al cura, al maestro y al practicante, a éste último no
queríamos ni verlo, sentíamos una simpatía especial por la Caja de Ahorros, con
señores tan amables que siempre daban algún regalo. Lo habitual era caramelos,
pero a veces te daban una huchita de barro idéntica a sus logos y quien la
conserve, aunque esté vacía, puede decir que tiene un tesoro. A la Caja de
Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca la conocí en el año 1981, que fue el año
de su centenario. Hasta entonces, en cualquier lugar donde viví siempre tuve
cuenta abierta en una caja de ahorros con los cuatro cuartos que me han acompañado a
lo largo de la vida. Esto ha sido una tradición en mucha gente que conozco.
Podías tener o no tener cuenta en otra entidad, pero en la Caja era obligado.
Tirando de historia, se puede decir que la raíz de esa querencia estaba en la
filosofía de su fundación. La Caja salmantina se fundó hace 130 años,
casualmente año arriba año abajo los mismos que ha cumplido “El Adelanto” en el
momento de su cierre. Y también, curiosamente, gran parte de su existencia ha
llevado en su escudo los símbolos de la ciudad, al igual que la UDS,
recientemente desaparecida, es decir, el toro, la encina, el puente y el agua.
A la Caja le faltaría el balón, pero éste, en forma de globo, dicen algunos
entendidos, no tardará mucho en estallar
por alguna parte. La implantación de aquella Caja de Ahorros de los comienzos
no estuvo exenta de polémica por esa filosofía de la que hablamos, o sea, sus
ideas progresistas, pues con ello no estaban de acuerdo ciertos sectores de la
Iglesia. Sin embargo, con intención de aunar ambas tendencias, su primer
presidente, en el discurso fundacional, dijo que nacía con el deseo de ser
“arca santa y bolsa del pueblo”. Y una anécdota curiosa es el registro del
primer empeño que se hizo en el Monte de Piedad, que fue un chaleco, un
pantalón y una faja y su valor 4,5 pesetas. Hoy me he acercado a la Caja y
quien me debía de atender no lo ha hecho porque ha sido víctima de Expediente
de Regulación de Empleo (E.R.E.), una persona educada, correcta siempre, que
llevaba más años en la Caja que Jordi Hurtado en “Saber y Ganar”, pero hoy la
Caja es un Banco y los bancos no entienden más que de números. Nuestra Caja,
querámoslo o no, está abocada a quitarse capital humano para ser acogida con
los brazos abiertos por Unicaja, donde terminará por ser una “caja” de la Caja
llevada entre cuatro.
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