martes, 16 de abril de 2013
LA NUBE DE LAS IDEAS
Me preguntaba un amigo qué era para mí lo imprescindible
para escribir bien. Me lo puso a freír. ¡Si yo lo supiera! Pero como dedico una
parte de mi vida a ello, mi amigo merecía una contestación. Y entonces
comienzan a bajar, sin saber de dónde, una serie de obviedades, y entre ellas
percibes una que no es tan obvia. Es como elegir el mejor movimiento en el
ajedrez, sólo que en este juego te tomas tu tiempo y en este caso mi amigo me
está mirando a los ojos y espera de mí una respuesta inteligente. “Mira, amigo,
sólo te puedo decir que de unas ideas no muy brillantes, pero bien escritas,
puede salir una gran obra. Jamás al contrario. Pues con buenas ideas pero sin
saber escribir ocurre que perdemos un gran material”. Después de decir esto, el
primer sorprendido soy yo. ¿Esto es razonamiento o estaba aprendido y oculto en
mi subconsciente? ¡Qué sé yo! El ser humano es así. A veces se sienta ante la
soledad de un folio en blanco y si no
surgen las ideas, termina por hacer del folio una pajarita como las que hacía
Unamuno. Aunque don Miguel se hacía acompañar de dos folios, puesto que uno
siempre lo terminaba y la pajarita era para relajarse. Otro poeta cercano, Fray
Luis de León, decía que a veces es mejor estar callados: “¿Es de sabio ser vano y palabrero, / echar razones de aire por la boca / desde
el principio al fin postrero? / ¿Es de persona que no es loca / hablar sin
regla y fin inútilmente? / ¿decir lo que al propósito no toca?”.
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