Hacer escrache está muy feo, lo dice Felipe González, pero
las autoridades no obedecen. El otro día vi a unos policías a menos de 300
milímetros de la casa de un desahuciado haciendo escrache y nadie les llamaba
la atención. Y no tengo nada contra los policías, que son unos mandaos, pero
éstos de los que les hablo parecía que hicieran huelga a la japonesa. ¡Qué
manera de destrozar el material público! Yo creo que esas porras no resisten más
de un desahucio. Luego, como respuesta,
los escracheados se enfadan y arman la guerra por su cuenta, una guerra cruenta,
hiriente, gilariana, con indirectas: “pues yo conozco a uno que vive por aquí
cerca que me ha quitado la casa”, “y yo a otro, que no sé si estará por aquí,
porque tiene siete casas, que votó para que me echaran”. Después de esta
batalla, qué más da un decreto/ley más o menos, se coge el BOE y como en él
entra todo lo que le echen, se les anuncia a los escracheados que si vuelven a
hacer uso de una postura tan contumaz, la realicen a 300 metros de distancia. Estos últimos reaccionan, aunque están que no
se lo explican, quizá hayan sido demasiado duros, sí, han perdido las formas.
Ahora están con sentimientos de culpa y buscan pedirles perdón por la
ofensa. Se van a estropear la garganta,
pero ahí les ves a todos ensayando para cantarles canciones a 300 metros, como
marca la ley: “…Pons, asómate al balcón, carita de azucena…”, “…
envidia te tienen las flores, pues llevas esencia en tu entraña, del aire de
España, María Dolores…”. ¡Qué queréis que os digamos! De momento, nos podéis quitar las pancartas, pero nunca nos quitaréis la sonrisa.
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