LAZARILLO DE TORMES
Hoy, por fin, he terminado de leer “El Lazarillo”, de Carlos
Blanco y Tomás Hijo. Un clásico moderno para sueños infinitos. Con cada verso,
con cada dibujo, me envolvía un sueño mágico y no había forma de llegar al final. Pero
contaré un secreto: En realidad no lo quería terminar... He vivido una de esas
sensaciones sólo comparables a los días
de infancia de mi hija Ana y mi sobrina Sara, que tomaban un helado en la playa
y competían a ver a quién le duraba más porque les daba pena que se les
acabara. Así, la primera que terminaba, Sara, criaturita de tres años, quedaba como
una estatua de sal, para la foto: con carita de pena, embelesada, mirando a Ana
que aún tenía la mitad por saborear. Esa ha sido mi sensación con “El Lazarillo”,
un libro para degustar del que ningún padre o madre puede decir “es que el
Lazarillo ya lo he leído”, porque si es así, mejor; léelo de nuevo, esta es
otra versión en la que apreciarás cómo se puede modernizar un cuento, con el
esplendor que hoy ofrecen las bellas artes y las artes gráficas y sin perder toda
la esencia poética de la obra madre. Si
le prometiste algo a tus hijos y aún no lo has cumplido, no esperes a que te
diga “me lo prometiste”, pues en compensación puedes llevarle “El Lazarillo” para que lo
disfruten en estos días de vacaciones.

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