viernes, 22 de marzo de 2013
COMO PUÑO
En el nacer y el morir todos somos iguales, donde no todos somos iguales es en dignidad. Hay gente que está viviendo esta crisis con alegría, y en un inmoral juego de ver la vida de los demás suspendida de un arcoiris desde el azul al rojo, se postulan como incondicionales defensores de la poderositis y como vulgares cobradores del frac en favor de esta enfermedad son capaces de manipular la existencia de la gente más honesta. Pero el mundo continúa dando vueltas y lo importante no está en entrar en un laberinto, sino saber cómo se va a salir de él. El pueblo, como decía Cafrune, debe concienciarse que “el arrastrarse es la ruina” y que lo más urgente es esperar y no dar pasos en falso. No tener valores es muy distinto a mantenerse en silencio hasta que el fruto madure y no poner el lacre en lo desconocido. La vida es un carnaval para algunos, sí señor, esos que nunca corren riesgos porque un día entregaron un cheque en blanco al poder, pero a quienes los tiran sin ningún miramiento desde la carroza, para ellos la vida no es un carnaval, sino que puede convertirse en un funeral. Cuando la democracia gozaba de un estado de salud inmejorable, no existía nada peor que un obrero de derechas. Y esto que digo quizá no valga para una monjita apegada a los valores de religión tradicionales, que quizá su tendencia de voto es fácil de imaginar y sea coherente con sus estatutos conventuales. Pero los obreros de derechas, creyéndose clase media, son los que han roto con su voto la armonía y han dejado un elefante en el poder y a España para la chatarra. Menos mal que hoy están arrepentidos y sólo existen cuatro fósiles que quieren aprovecharse de la nueva situación con el arma de la coacción. Estas son verdades como puño.
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