CASO "PISTOLIUS"

El caso de Pistorius (para mí “Pistolius”, ya se sabe que las armas las carga el diablo) me trae a la memoria cojos con los que conviví en distintas etapas de mi vida. Y no sé si lo mío ha sido cuestión de suerte, pero puedo presumir que todos los amigos con algún amortiguador estropeado con los que he tropezado a lo largo de mi vida han sido tipos divertidos y que han tirado por tierra ese tópico de que los cojos tienen muy mala leche. Que estén tranquilos, que lo que ha hecho “Pistolius”, lo vemos todos los días en las páginas de sucesos, y asesinos los ha habido siempre y por desgracia los habrá, aunque tengan todos sus apéndices para exponerlos en un museo de la belleza. El estigma de la mala leche viene de muchos siglos atrás, de la literatura tradicional, la de los dichos y diretes, creando un personaje mitológico al cual hicieron juez y parte y lo mismo era invocado por una bruja para realizar un conjuro, que requerido como benefactor cuando se perdía la esperanza en las fuerzas celestiales. Este personaje, por todos conocidos, fue el Diablo Cojuelo, a quien se le llamó así por quedar maltrecho en una pelea con el Altísimo. La leyenda vino por añadidura, hasta que en 1641 fue recogida en un libro por el dramaturgo Luis Vélez de Guevara. Esto se exportó al Nuevo Mundo y son muchos los países que, con distintos nombres, celebran grandes fiestas que tienen como referente al Diablo Cojuelo. Un diablo que siempre ha sido de gran devoción de escritores y artistas, no se olvide que fue un ángel que se hizo travieso, postulado como inventor de danzas, música y literatura de carácter picaresco y satírico. Hoy día cualquier cojo es tratado de manera tan natural como si no lo fuera, así que caiga sobre “Pistolius” todo el peso de la ley si la ley considera que ha sido culpable.