miércoles, 20 de febrero de 2013

EL ESTADO DE LA NACIÓN

Estaba yo explicando a un grupo de amigos el porqué del título de mi último libro “Camina, no corras”, cuando ese chaval que corre por casa, y piensa mientras corre, se mete en la conversación y por viveza saca de contexto la pregunta “qué significa confundir la velocidad con el tocino”. Explicar “Camina, no corras” es para mí relativamente fácil: no hace falta correr, pues la vida corre por nosotros y deja a nuestro alrededor las arrugas de los objetos inservibles. Pero a veces las circunstancias te obligan a correr y aquella pregunta impertinente del niño me descolocó, ¡la madre que le parió!, mis neuronas se negaban a  caminar, el niño esperaba una respuesta y me eché a correr en su búsqueda, pero Google estaba de descanso, y bien sabía yo que estas preguntas de los críos o las respondes rápido o suspendes. Me situé enseguida en el color sepia de otros tiempos, cuando el tocino encestaba en la cesta de la compra y repercutía en el IPC, y cuando estaba a punto de que Carlitos, que así se llaman la mayoría de los redichos como él, perdiera el interés, encontré la equidistancia entre velocidad y tocino: si quieres ser veloz, debes tomar muy poco tocino. Estarán de acuerdo conmigo que estos dichos populares nos enseñan que no por ser de tiempos pasados el pueblo fue menos agudo e inteligente. Aparte de darle una clase más a Carlitos antes de que él me la diera, el haber salvado del refranero esta frase que la mayoría la decíamos por costumbre y muy pocos por enjundia,  hace que me sienta mucho mejor. Pero con los tiempos que corren esperemos que no sea de  actualidad volver a hablar de tocino.

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