jueves, 3 de enero de 2013

¡Que no nos toque!

Mientras espero turno en el Banco, justo en la raya de separación con el cliente anterior, que no es ninguna tapia y guarda muy poca discreción, no quiero escuchar y escucho sin remedio. El cliente y el banquero hablan, y el pobre cliente tiene un problema, …y gordo. Le tocó un tercer premio en la Lotería de Navidad y está allí, con ojeras, sin saber qué hacer, preguntándole al banquero cómo repartir ese premio entre los familiares a quienes les había dado una participación, pero para que Hacienda no participase le preguntaba al banquero cuál era el itinerario a seguir, ¡vamos, que pareciera un accidente!, y lo confiaba precisamente a un banquero, que tienen peor fama que los funcionarios de otras épocas. Pero eso sí, éste era bueno, o como todos, mantenía tranquilo al cliente: “No debes preocuparte por nada, tú no has dado ninguna participación, todos habéis comprado el número. Traes el décimo, los carnet de todos tus parientes y lo demás corre de nuestra cuenta”. “Es que me han dicho…”, rápido le cortaba el banquero: “Nada, de lo que te han dicho ni caso, la gente habla sin saber. Trae el décimo”.  Había pasado varios días del sorteo y su cara delataba muchas noches sin dormir. Pensé para mí que éste no llegaba al 2013. Lo último que le escuché, acercándose confidencialmente al empleado: “Es que están impacientes todos los paraos que tengo en la familia… quieren cobrar cuanto antes… y encima a otros les dejé sin participación y éstos me quieren matar…”. “Sin problemas, no te preocupes, para todo hay remedio”, le contesta, “haga lo que le he dicho”. Se despide, me toca turno y no puedo evitar decirle al banquero: “Éste no necesita su ayuda, necesita un guardaespaldas”. No sonríe, no tengo respuesta y educadamente me dice: “Déme su cartilla…”. Insisto: “Y que no nos toque la del Niño, que tenemos que apartar un 20% para Montoro”. Imperturbable, el banquero me pregunta: “¿Desea ingresar?”. Un profesional.

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