Ya es hora de que hablemos con propiedad. Y hablar con propiedad es preguntar: ¿A quién le dio vergüenza eso de llamar INEM al INEM y le ha puso lo de SEPE? ¿Acaso no hubiera sido mejor dejarlo como estaba y devolverle el prestigio que debía merecer por ser un servicio de colocación que baja el paro? El otro día me lo dijo un caballero que presta sus servicios en la cola de tan mastodóntica empresa: “Deje usted de llamarle INEM, esto es el SEPE”. Y me lo dijo como enfadado. Yo pienso que debería ser al revés, los parados tendrían que llevar un mono a rayas para que viéramos lo que ocultan las cifras de paro. Pero con esto ocurre como con la extinguida clase media, que uno se habitúa a tener piso sin pagar, chalet sin pagar, coche sin pagar y ser el favorito del banco, que cuando de repente le quitan ese tratamiento se mueren de vergüenza. No se quieren dar cuenta, unos y otros, que la culpa no es suya, los culpables están en los ladrones de guante blanco-sucio y la madre Europa y sus pelotas, esa liberal Europa, la que tanto pregona el liberalismo y, sin embargo, a mitad de camino, salen al encuentro cargados de restricciones como bandoleros entre montañas. La palabra restricción rima con munición, pero nunca con liberalismo y menos con socialismo, y las deudas que tenemos se pagan con trabajo, sin miedo, y con la idiosincrasia de cada país. Si lo nuestro eran las tapitas, que daban empleo; la seguridad en el mismo, para comprar a plazos; la tranquilidad de ese ahorro que invertíamos en Sanidad Pública; la igualdad en Educación, con la que podíamos jugar de la mano con príncipes y princesas, con ricos y pobres, con ateos y cristianos, no nos acogoten más y déjennos vivir.
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