No vamos a hablar de la guerra de los cien años, ¡que ya les vale!, ¡cien años!, sólo queremos decir que aquella guerra entre ingleses y franceses no fue por razones distintas a las de siempre: el orgullo, la codicia y el poder, guerras que otras veces se disfrazan por el orgullo de la religión, que también es poder y riqueza. En nuestros días tenemos ejemplos de ello a diario, ya sea en nombre de Alá o de Jesús. No perdería una apuesta si digo que esto, de una u otra forma, estará recogido en “El Quijote” y como hoy no dispongo de tiempo para releerlo, invoco al ingenio de Cervantes y doy vida al invento de ese pasaje que necesito: “Estando D. Quijote y Sancho agotados de caminar y reposando el caballero sus huesos sobre un árbol, pena daba el tronco por ser víctima de espinazo tan afilado. A la espera de la recuperación de su señor, Sancho mata el tiempo mandando ‘wassaps’ a los amigos, hasta que en medio de esta ocupación, no sé que le estaría pasando por la cabeza, se dirige a D. Quijote reflexionando: ‘Mi señor, pareciera existir alguna chusma que sería capaz de sacarse un ojo con tal de que a su enemigo le dejaran ciego’. D. Quijote lo miró y se tomó un tiempo para responder, instantes en los que recorrería el mundo de sus experiencias para contestar a Sancho: ‘No, mi fiel escudero, algunas personas serían capaz de perder los dos ojos con tal de que a su enemigo le quitaran uno’. ‘Estoy de acuerdo, mi señor, agradezco su locura, de la que tan falto está este mundo’. ‘Sancho, le responde D. Quijote, como eso de que me hablas no tiene solución, olvida esas miserias y compra dos décimos que terminen en 2 para el 22-12-12’. ‘No, mi señor, para qué, si el mundo acaba el día 21-12-12’”. “Sí, Sancho, hazlo así por si acaso”.
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