sábado, 10 de noviembre de 2012

El blindaje

Vamos a peor y todos en las oficinas de paro lo saben. Sí, en las oficinas de paro. No hace falta leer a tantos salvadores como Sortres ni escuchar tanta tertulia de todo a cien y de nivel nacional, integradas por gente muy acomodada en la crisis y que a diario sirven recetas que no valen para nada. Todos sabemos que no hay mejor sordo que quien no quiere oír, y don Mariano no está por la labor. Pero los mismos contertulios de ayer vuelven al día siguiente a por sus 400 euros/hora para hablar de todo, pero cada vez con mayor frivolidad porque las palabras se desgastan. Y en las oficinas de paro lo saben, no exactamente en las oficinas, sino en la cola del paro. Ayer me puse en una, como un parado más, y mentes lúcidas –"díscolos" para algunos directivos de empresas–, hablaban que éstas se arruinan por los blindajes heredados de la etapa JASP (Jóvenes Aunque Suficientemente Preparados), aquellos yupis de finales de los 80 (no todos) que armaron con cemento su seguridad en bancos y empresas con cifras cercanas, por lo bajini, al millón de euros de hace veinticinco años, cuando tenían sólo veinticinco. Hoy ya con 50 o más no hay Dios que les quite ni el blindaje ni el alto sueldo, a no ser que les entreguen las empresas. Son los mismos que, para que no se note su incapacidad, aprovechan las ventajas que les da el chamán don Mariano para seguir vendiendo humo mientras especulan, ejercen el amiguismo, recortan derechos, meten miedo, echan a la gente a la calle o hacen la vida imposible a millones de mileuristas para que se bajen el sueldo. Unos mileuristas que tienen la misma edad pero más preparación que ellos cuando comenzaron. “¡Ya podrán! ¡Maldita sea!, ¡Que un recorte los parta!”, decían algunos. (¡Jobar!, me voy, esto no lo he escuchado yo en ninguna tertulia como tampoco he visto a nadie que tire piedras sobre su propio tejado).

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