Se veía venir, tanta bondad con nuestros viejos dándoles un trato “preferente”, tanto desvelo por sus abnegados consejeros y directivos, ya viejitos, a los que se les envió a casa con módicas pensiones que en ningún caso pasaba más allá de un par de cifras (14, 18, 24, 40…), tanto sufrimiento a sus espaldas echando de casa a las viudas por el delito de haber avalado la vivienda de sus hijos, tanto amor, tanto cariño de estos bancos no se podía despilfarrar. Era un patrimonio heredado de aquellos banqueros de bigote recortado que salían a recibirnos a la puerta para darnos caramelos. Nuestros bancos siempre fueron los mejores y ahora los quieren mancillar. No habrán sido tan malos cuando tan pocos banqueros han terminado en el trullo. Lo único que necesitan es comprensión y si alguna vez cometieron algún desliz, que confiesen que nunca jamás lo volverán a cometer, y punto. Para que todo esto sea posible hay que crear un gran banco malo, un panteón de bancos donde entierren todos aquellos productos tóxicos que hicieron sin querer y sin ánimo de lucro. Y sobre este superbanco, o banco malo, en el que los ejecutivos enterradores cobrarán lo justo, mucho menos que los demás bancos con propósito de enmienda, hay gente que tienen dudas de que sea el banco malo, lo ven como un camposanto, un pringao, un bendito. Tan bueno tan bueno que hará posible que nuestros bancos de toda la vida comiencen de nuevo, no de cero, sino que se les dará unos billetes de verdad para que jueguen al monopoly. También piensan que un buen director general para este banco podía ser "El Dioni", un hombre que fue tóxico y hoy está totalmente recuperado para la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario