¡Ay, mi querida dama, doña Concha! ¡Qué grande fuiste! ¡Qué yeyé! ¡Cuánta admiración sentimos por ti! ¡La Conchita sonriente, la monja, la enamorada, la señora dulce, la mala, la anciana, la televisiva, la cineasta! ¡Ay Concha, hoy estás arruinada! ¡Con lo bien que te pagaban! Fuiste elegida por los dioses para ser artista, presumías de ello y nadie te reprochaba nada, porque lo eras. A la par, te diste la gran vida: por todos adorada, conociste el sabor de lo aplausos, dormiste en posadas llenas de estrellas, nuestro autor vivo más laureado, don Antonio Gala, escribía pensando en ti, fuiste caprichosa, te casaste con una buena persona aunque fuera un sin vergüenza…, tuviste la libertad de elegir. Ahora sigues siendo afortunada, nos puedes vender lo que hiciste de bueno en la vida, tus equivocaciones, tus aciertos, tu vida de abuela, y además tienes trabajo. Mi pesar por una ruina tan rentable como la tuya en “Lecturas”. ¿Qué quieres que hagamos por ti, querida Concha? Existen personas anónimas y muchos artistas como tú, en tu arte y en otras facetas, que los están desahuciando, que nunca conocieron el éxito, que nunca tuvieron un aplauso, y ni vivieron ni vivirán ni pueden vender sus miserias, sólo desean que los dejen malvivir. Los artistas de éxito, querida Concha, sobre todo los de tus ideas, ahora haríais bien en llenar plazas de toros para llevar el dinero a la boca de Cáritas, a dar exclusivas para ayudar a los pobres aunque tengáis que contar vuestras “ruinas”. ¡Cuántos quisieran ser en estos tiempos una mascota en tu casa! ¡Seguro que para comer tendrían, amiga Concha! Lo siento si todo ha sido un lapsus y después del cobro te has arrepentido, pero no obstante envíame tu cuenta y la hucha para pedir por ti. Tuyo admirador, de izquierdas.
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