En la dictadura, el victimismo respecto de Europa pasó de ser una excusa para todos los males a convertirse en una auténtica paranoia. Aquello le llevó a decir a nuestro enfermo de cabecera que “España era la reserva espiritual de Occidente”. Y como existía pensamiento único, pues “amén”. Hoy España tiene una europeítis aguda; para algunos la única solución es estar en contacto con el virus y, para otros, en creer que solos podemos curarnos. La clave está en encontrar un equilibrio entre ambos pensamientos. Si quedamos a merced del virus, habrá una selección natural en la que saldrán adelante los que más defensas tengan, o sea, los mercados y los entes financieros y esto será a largo plazo. Un camino en el que los privilegiados amputarán brazos y piernas de los gangrenados para que no se infecte el cuerpo. Solución: más paro, más recortes, más ayuda a los banqueros, más déficit y más deuda. La otra cuestión a debate –la de creer que solos podemos sanarnos–, no cabe en ese español frívolo, quejica, medroso, que entrega sus armas democráticas al primer ilusionista que aparece. Sí, solos y unidos podemos. Por ejemplo, retirando la Reforma Laboral para que no genere más paro y valorando lo que se tiene. Y si son los servicios, hay que decir que están en alza. España es un país rodeada de tres mares y la vieja Europa es un filón de gente en la tercera edad; además, gustamos a los japoneses, chinos, americanos… Olvidémonos ya que hemos perdido diez meses cruciales y tenemos los comedores sociales completos; no vayamos de pobres al BCE o al BM y pidamos lo indispensable avalándolo con nuestro esperanzador futuro. Tienen que devolver la alegría al pueblo: que se metan en una vivienda (no de okupa, como ahora) y asegúrenles que van a hacer frente a los pagos porque su trabajo no está en precario. Si no hacen esto, la insaciable Merkel nos exigirá tanto, que el futuro de los jóvenes pasa por devolver los “cheques-bebé”.
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