Éste fue el trajín cuando murió Azaña. Durante decenas de años no había día que no se hablara de ello en la clase de Religión en las escuelas. Se convirtió en una victoria tan aplastante como la Batalla del Ebro. ¡Vaya usted a saber! Pero no se preocupen, no es verdad el título de este relato, pero me vale. Y es que a veces es mejor ser inculto. Por qué cuando se mueren los mejores enseguida una leyenda negra les persigue. El día después de la muerte de Carrillo leí un artículo de Raúl del Pozo en el que se jactaba de haberse acercado a él en una reunión y decirle: “me cago en tu madre”. Que contestase don Santiago “y yo en la tuya” no le exime a don Raúl de haber sido una provocación injusta con un octogenario o nonagenario en aquella fecha que él no indica. Ahora, un grupo de periodistas de “investigación” –qué desperdicio, podían estar en la prensa del corazón, que también rima– relatan hechos sobre la vida privada de un hombre público en los que se ensucia su imagen sin que les asista ninguna prueba real. Son ambigüedades que no hubo “cojones” de sacarlas con él en vida hace una semana. Quizá hoy estuviera vivo para defenderse, pues Carrillo en las adversidades se crecía. Me refiero a las sospechas sobre las muertes de su primera mujer y su hija. ¡A vueltas con los cuernos de diablo! (Entroncando con el título, puedo asegurar que "Carrillo se arrepintió en el último momento" ...de haberse muerto). Menos mal que en la democracia que él ayudó a construir se pueden escuchar reconocimientos de una mujer exigente como María Antonia Iglesias, que en el último “Gran debate” de Telecinco, enferma, pero con una lucidez que daba envidia, defendía a su amigo personal que lo conoció a través de la política: “Era buena persona aunque cometiera errores”. Pienso que el comunismo tuvo su momento y entre nuestros compatriotas fue una opción muy romántica. No es mi ideología, aunque les entienda, les respete y defienda a su líder.
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