martes, 22 de mayo de 2012

¡Bienvenida, Missis Merkel!

Nada hacía prever que sería una mañana distinta. Como de costumbre, desayuno con el olor a tinta del periódico, un recuerdo entrañable de aquellos gloriosos años de “bocatas” envueltos en este papel. Hoy el papel es de plata y el periódico hasta lo leemos. Y no lo digo porque la lectura del periódico no sea costumbre sana, que lo es, sino por las noticias que nos trae. Creo que todos los periódicos deberían encabezar su primera página con una disculpa: “Ustedes perdonen por lo que les vamos a contar, pero esto es lo que hay”. Sin embargo, ha sido un amanecer distinto, como una prolongación de sueños en los que una pareja de rostro conocido aparecía en la portada. Paseaban en un bote turístico por el lago Michigan, en Chicago, y aunque no podía ser, lo era. Se trataba de la Sra. Merkel y el Sr. Rajoy que hacían un paréntesis de relax en la Cumbre de la OTAN. Comienzo a leer la letra pequeña y al parecer un tercero recogía la conversación entre ambos. “Yo le prometo, señora canciller, seguir con las reformas, a los españoles aún les quedan muescas en el cinturón, aguantarán seguro”, “del gasto público, ni se preocupe” (al oído: “mire usted, señora canciller, al Sr. Garzón hasta le hemos quitado los escoltas y si se porta bien le pondremos un pastor alemán, pero nada más”), “además, vamos a crear un banco-cementerio para enterrar allí todas las corruptelas, chanchullos, barrabasadas e indemnizaciones millonarias que se han llevado algunos que creíamos amiguetes”. “¿Qué le parece?”. “Muy bien, Mariano, se me ocurre una idea: prepare al pueblo español para un viernes de septiembre, que llevaré un batallón de inversores alemanes”. “Dónde lo firmamos”. “No hace falta, confíe en mis promesas”. “Muchas gracias, señora”. “No hay de qué, lo más bonito de este paseo es haber podido disfrutar de los rascacielos de Chicago”. Ya digo, un maravilloso día en el que madrugar ha merecido la pena.

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