viernes, 10 de febrero de 2012
¡Vamos, Arancha!
Arancha Sánchez Vicario está de actualidad y no precisamente por una victoria más. Aquella chica que comenzó de recogepelotas y llegó a lo más alto, hoy sería candidata a ser recogecartones si no tuviera una historia que vender. ¡Vamos, Arancha! ¡Vamos! Esa es la historia. Entonces era una época en la que sólo existía una Arancha, o así lo parecía, y como era un nombre tan singular y lo llevaba una campeona como la Sánchez Vicario, todos los padres se ilusionaban con tener una niña como ella, o al menos darle ese nombre, tan popular al poco tiempo que se convertiría en un calificativo nada original. Arancha fue una cría encantadora, siempre tirando de sus peluches por los aeropuertos bajo la atenta mirada de su mamá. Pero ella no se daba cuenta que aparte de tirar de los peluches, también tiraba “del carro”. Pero le cogió gustillo a lo de acumular títulos, y un poco por devoción y otro por obligación, según ella, se convirtió en un peluche más para la corte que le acompañaba. Arancha no tenía que mirar a los lados, sólo pensar en el próximo torneo, y como si fuera una “Jesulín”, sus negocios los administraba su padre –otro Humberto del tenis–, y estos apoderados, bien por no calcular los riesgos en los negocios o por pensar que la gallina de los huevos de oro es ponedora toda la vida, tienen más peligro que los toros en la plaza. Esperemos que por su parte todo sea una historia para vender, y para quienes dan tres euros al pregonero, una tapadera para echar una mano a la crisis.
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