viernes, 18 de noviembre de 2011

Qué fue de Millán-Astray

El jueves 17 de noviembre asisto en el aula “Unamuno” de Salamanca a la presentación del libro “Unamuno, Profesor y Rector de la Universidad de Salamanca”, cuyo autor es Francisco Blanco Prieto. Quizá lo primero que llame la atención en estos tiempos sea que Miguel de Unamuno fuese gran admirador de Pablo Iglesias, tipógrafo, pasado y presente del socialismo español. En tres años de trabajo intenso entre bibliotecas, hemerotecas, viajes, entrevistas y estudio de cartas de don Miguel de Unamuno y Jugo, el escritor Francisco Blanco ha realizado un jugoso libro, valga la redundancia con el apellido materno de don Miguel, que servirá para deleite de cuantos admiran a tan polifacético personaje dentro y fuera de las aulas universitarias. El uso de un lenguaje claro y ameno facilita su lectura. Y quizá sea la primera vez que se recoja aquel cruce de palabras entre Millán-Astray y Unamuno sin que exista deseos de magnificarlas, sino ajustado a la documentación existente y a la más pura lógica. Por supuesto no me ha dado tiempo a leer todo el libro, pues más que leerlo hay que saborearlo y como el final de la vida de Unamuno está recogido en esta obra y todos conocemos que murió el 31 de diciembre de 1936, final de año, pocos saben que Millán Astray muere dieciocho años después, el de 1 de enero de 1954, principio de año. Un capricho del destino que alguien pudo relacionar como el fin del primero y el florecer del segundo y en absoluto ha sido así. La historia ha puesto a cada uno en el lugar que le corresponde, aunque ninguno de ellos haya sido un personaje mediático. Hoy, el primero es un ejemplo de pensamiento y obra y el segundo es el faro de la Legión española. Como para conocer todo lo que nos legó don Miguel lo tenemos en el libro de Francisco Blanco Prieto, vamos a detenernos en la muerte de Millán-Astray, o de lo que quedaba de él. Y lo primero que llama la atención en las exequias del tantas veces ponderado ejemplo de militar español, fundador de la Legión, gran africanista y franquista, es que faltara a su “último” entierro la persona por la cual lo estaban enterrando en vida y a trozos. Ese hombre era Franco. Pero Franco, que intentaba presentarse ante el mundo como el aliado del presidente norteamericano Eisenhower, no iba a permitir que lo vincularan con Millán-Astray. Este gesto puede leerse de dos formas, o fue la ingratitud de Franco con un incondicional o el último servicio dejado en testamento por Millán-Astray. ¡Quién sabe! Sin embargo, en aquellos días nos aliábamos con un país, Estados Unidos, que hacía presunción de poder al explotar la bomba de hidrógeno más potente fabricada hasta la fecha. Quizá quepa decir que Franco, militar apasionado e irreductible, estaría tan encantado con estos avances bélicos que por ello se olvidase de agradecimientos y sólo estuviera para alegrías, ya que el resultado de la alianza con EEUU fue el primer envío de armas para España.

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