Antes que nada, me gustaría referirme al día aquel en que la señora Carmen Lomana echó su currículum para ministra de Trabajo. A ella en los momentos de crisis “los que le daban pena eran los ricos, porque los pobres ya estaban acostumbrados”. Yo me imagino dónde encajaría bien. Don Mariano, préstele votos al Sr. Rubalcaba y ¡sálvenos!
Esto nos viene bien como ejemplo de la trascendencia de una frase, una palabra o un vídeo, que pueden ser contemporáneos a su protagonista. Carlos Solchaga, ministro con Felipe González, tuvo el desacierto de decir unas palabras que le definieron de por vida, y hoy, afortunadamente en el mundo de los vivos, la gente anda preguntando: “Oye, ¿cómo se llamaba aquel ministro que decía que ‘España era el único país del mundo en el que uno se podía hacer rico en muy poco tiempo’?”. Y es que puedes pasar toda tu existencia forjándote una reputación y con cuatro palabras y en un minuto puedes perderla. Hoy se encuentra en el sitio que legítimamente nunca debió de haber dejado: asesorando empresas y ganando dinero. Sin embargo, tenemos el caso contrario en otro ministro socialista, Alfonso Guerra, quien se dedicó largos años a formar un dueto con González, donde Alfonso hacía de profeta pirómano (“a España no la va a conocer ni la madre que la parió”) que asustaba al centro-derecha, y sin embargo, pasados los años, consiguió todo lo contrario: hoy la derecha no se enreda con él y hasta le agradece haber sido un gran animador de la política, y la izquierda le sitúa en las antípodas de la ‘filosofía Solchaga’ y dice al unísono que es un buen socialista digno de fiar. Esta frase suya no tiene desperdicio: “España no va hacia ninguna parte, o mejor dicho, a tener financieros en vez de empresarios, quienes jugarán a la Bolsa desde la cama y con ello se cerrarán las empresas y no se harán tornillos, y si no se hacen tornillos para qué valen los obreros”. Las tendencias neoliberales de Solchaga fue un continuum que le llevaron a chocar innumerables veces con el sector guerrista.
Cerrando el capítulo Guerra-Solchaga, pero no la filosofía sobre la fuerza que tienen las palabras, la trascendencia de éstas se multiplica cuando son dichas en televisión y quien comete un gazapo en una entrevista termina por inventar un nuevo término. Sobre esto existen dos clásicos muy recurrentes. Uno es el caso del “ostentóreo” Jesús Gil, que quiso decir “estentóreo=gritón” y en la actualidad no sé si esta palabra ha pasado la aduana de la Academia. Otro caso fue el de aquella miss de refinados modales llamada Sofía Mazagatos, que equivocó “estar en el candelero” por estar en el “candelabro”, y siempre tan centrada ella en la “alcachofa”, que era un manantial de candidez. Y por esas casualidades de la vida, o por lo de la alcachofa, la señora Mazagatos, no “Masgazapos”, que veo vuestra intención, hoy se dedica a vender frutas y verduras ecológicas por Internet, y no es broma. De nada, Sofía.
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