sábado, 10 de septiembre de 2011

El dedo inteligente

Decía Bill Cosby: “No sé cuál será la clave del éxito, pero la clave del fracaso es intentar agradar a todo el mundo”. Fue una respuesta sabia a una pregunta manida y absurda. Intentar agradar a todo el mundo es tan difícil como querer acabar con el paro colocándolos a todos en tu empresa. Una cosa es querer y otra es poder. En este cometido que estoy realizando, si quisiera agradar a todo el mundo, sería un villano. Servidor, como toda persona que se dedica a escribir, mal o bien, lo hace porque cree que ha nacido para esto. Pero agradar a todo el mundo, aparte de aburrido por hacer acopio de tanto adjetivo halagador, sería una continua deglución para que todos escuchemos lo que queremos escuchar. Y como todas las personas tenemos algo de narcisistas, comenzaría mis escritos diciéndoles: “guapos y guapas, si tenéis frío, abrigaos bien, y si el calor os molesta, tomaos un mojito. Por el mundo, ¿qué pasa?, ¿tú estás bien?, pues ya está, es de lo que se trata”. Después de esta reflexión, mi otro yo me pregunta: “¿Y si todos no estuvieran bien?”. ¡Ya estamos!, le contesto. Esos están en las Somalias; ya sea la española, la griega o la de verdad y viven inmersos en el hastío y la incredulidad. No tienen tiempo para leer ni ganas de hacerlo. Pero para ellos también escribo, para cuando “pillen” Internet en la casa de acogida o en el comedor de Cáritas. Por tanto, escribamos de lo que sea y que nos lea quien quiera, sin querer agradar a nadie en concreto, sino para reflexionar todos. Unos días partimos de algo trascendente y otros de algo banal. Pero no se fíen, que a veces lo trascendente puede ser trivial y lo banal puede ser trascendental. Por ejemplo, si yo les preguntara cuál fue el éxito del ser humano, tan débil y con una infancia tan larga y dependiente, para que llegara hasta nuestros días, me dirían, sin entrar en temas religiosos o metafísicos, que el secreto estuvo única y exclusivamente en su inteligencia. Sin embargo, no fue así. “El éxito del ser humano, después de una larga evolución psíquica y física, está en el dedo gordo”. Sí, no es un frívolo sentido del humor, ni una ocurrencia; está probado. Ustedes intenten realizar con los cuatro dedos restantes lo que realizan con el gordo. ¿Lo han intentado? Pues paren, por favor, desistan, ya que lo único que van a conseguir es ponerse nerviosos. Por muchos mensajes que el cerebro le mandara a las manos, si los cinco dedos estuvieran en idéntica posición y no tuvieran la frontalidad del dedo gordo, el ser humano hubiera estado incapacitado para realizar tantas cosas que nuestro destino hubiera estado en el cementerio de Atapuerta rescatado por unos alienígenas. Esta reflexión de hablar de un dedo pudiera parecer banal, pero fíjense en la trascendencia.

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