jueves, 8 de septiembre de 2011

Hormigas blancas sobre la telebasura

El dinamismo de la juventud es imprescindible en la sociedad. Pero mientras la gente mayor sospecha lo que sienten los jóvenes, éstos no saben lo que piensa un mayor con su experiencia. Si yo les digo que en el presente año ha fallecido una de las artistas más bella que he conocido, casi todos me dirán que ya saben que hablo de Liz Taylor. Esta es una lección bien aprendida, de libro, pero no la de los propios sentidos. Y a veces no coincidimos. Liz Taylor tenía unos ojos tan bellos, que fueron los precursores de las 3D, y además no entristecieron nunca, por ello estaba en otra dimensión. Sorpréndanse, pero la mujer cercana a la más bella no fue otra que la malagueña Amparo Muñoz. Una Amparo Muñoz que tuvimos la suerte de ver en volandas de una pirámide de bellezas. Pero fue un bellezón efímero, como si se tratara de la Ava Gardner española. Lo tuvo todo con veinticinco años y lo podía haber sido todo, pero le perdió el “snobismo”, quiso estar en la vanguardia en lo bueno y en lo malo, desde la cumbre de Miss Mundo cayó en el mundo de la droga, y además lo hizo en el peor momento, cuando la droga era sinónimo de Sida. Amparo Muñoz fue la imagen de un supuesto Sida del que no se conocía ni la forma de contagio ni la manera de combatirlo, y cuando esto no se conoce, se sospecha que se contagia por todo, absolutamente todo. Así, las revistas hablaban de que la habían visto en un determinado lugar buscando un hotel que se le denegaba (“cualquiera se aloja luego en ese hotel”); otra revista avisaba que Amparo tenía intención de viajar a tal o cual sitio, y antes de que llegara ella, a ese lugar se desplazaban los reporteros para realizar entrevistas de calle, y hasta se veía normal que la gente respondiera: “por aquí que no venga”. Acompañada de su novio, al parecer lo único positivo y que interesaba era que no se separaran, ya que cada cual por libre extenderían el Sida de manera exponencial. La voz de los expertos y los desmentidos de la propia Amparo significaban para la mayoría una mentira piadosa. Y todavía inocente de lo que se escondía detrás de su drama, decía: “Yo sólo necesito trabajar”; al tiempo que la gente pensaba: “¡pero quién la va a besar!”, “quién va a querer trabajar con ella”. Logró salir adelante quizá gracias a la familia o a un par de exclusivas para morbo del lector. En aquella época el Sida se llevó a Rod Hudson y a medio San Francisco. Magic Johnson dejaba el baloncesto de competición y relataba de una manera pormenorizada lo que podía hacer a pesar de ser seropositivo. Con este nuevo concepto algo comenzó a cambiar, pero yo creo que Amparo Muñoz se ha marchado sin que muchos le pidieran perdón. ¿Para cuándo unas “hormigas blancas” sobre la telebasura? Quizá su vida debería llevarse al cine para mostrar las miserias de muchos seres humanos, que para ahuyentar su miedo o enriquecerse fueron capaces de negar el espacio a una buena chica caída en desgracia. Liz Taylor, desde la orilla opuesta, también tuvo su papel en el problema del Sida: Fue una gran mujer que ayudó a los enfermos desde los comienzos de la enfermedad.

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