sábado, 27 de agosto de 2011

Malos tiempos

Descansen, relájense en las playas, vayan a las fiestas, resuelvan crucigramas, realicen hipnosis, hagan de mimo, tengan mucho autocontrol, imiten a los "boby", no se sorprendan por nada, sean hieráticos, estoicos, impasibles, conténganse, no digan "¡venga, Rafa!" y sean unos espectadores modelo… Todo esto y mucho más lo van a necesitar a partir de las vacaciones, cuando escuchen a nuestros políticos en el fragor de una campaña electoral que se presume muy larga. Comenzará el mismísimo primero de septiembre y terminará en el presunto eclipse franquista del 20-N. Una campaña que propondrá medidas en la reducción del gasto que van a herir la sensibilidad de muchos. Comenzando por los funcionarios, que se sentirán un estorbo. Si algún partido político propone que afectará a 50.000 servidores públicos, otro dirá que a 80, pero lo que nunca explicarán es el ahorro para el erario, pues a la segunda pregunta, qué hacer con ellos, ninguno sabrá qué contestar, aunque piensen para sus adentros en no hablarles o mandarlos de una punta a otra, a ver si se aburren. Tiempo atrás, para no alarmar, se enmascaraban las palabras, y a esto se le llamaba unificar competencias, pero pocas veces se tomaban decisiones en ese sentido; ahora, de unos meses acá, o la gente sabe mucho más de política o los políticos están "desataos", y si se va por esta vía la reducción en el gasto puede ser de bolígrafos y "posit" en algunos casos, y de luz y teléfono si es por fusión de ayuntamientos pequeños. Si a las diputaciones las absorbieran las Juntas, el ahorro llegaría a ser de número de vehículos y gasolina, ya que ahora viajan a los mismos municipios y van sacándose la lengua por la carretera y a veces hasta se quitan la plaza de aparcamiento. En este último supuesto, no se ahorraría luz y teléfono, sino que se gastaría dinero en rótulos para quitar la palabra Diputación y colocar la de Junta, a no ser que pretendan encorsetar a todos los funcionarios en un mismo edificio, conductores incluidos, que es poco probable porque andarían a la gresca, aunque la idea no sería mala por el ahorro en calefacción. En resumen, que las nóminas, el gasto por excelencia, sería el mismo y todo habría quedado en una buena intención. Ya sé que cuando una empresa no gana dinero con la venta de sus productos hay que reducir gastos como sea, pero como la imaginación dicen que está en el poder, pues a barrenar toca. La mayor empresa del país, el Estado, aún puede ganar más con la manivela de sus impuestos sobre los que más pueden, y las estructuras es algo que se debe ir reformando a medio y largo plazo, pero no de manera radical para salir de esta crisis. Por ejemplo, si la Diputación tiene tres ingenieros y la Junta uno, esto sin haber “estudiao”, a la Junta le corresponde un ingeniero de la Diputación. ¿Estamos o no estamos?, diría Pepe Mota, y esto sin acritud, diría Felipe. Pero vayamos terminando: La campaña que nos espera será dura, y aparte de lo anterior, unos dirán que lo suyo será endurecer los impuestos indirectos y otros que los directos, pero al final el resultado para salir de esta crisis puede que sea el mismo, o sea, las dos opciones. En consecuencia, el voto del 20-N debe ser, más que nunca, una cuestión de confianza. Que no nos ocurra como a los portugueses, que nadie les había dicho que subiría el IVA de la luz y del gas del 6 al 23%, y ahí les tienes, con punto en boca. En cuanto a la reforma del... No continúo... ¡Que siga tocando la orquesta... Esto es el Titanic y nos hundimos…! Volvamos la historia del revés. ¡Salvémonos todos! ¡Guardemos la calma!

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