martes, 12 de julio de 2011

Esclavos en el siglo XXI

Esclavos en Madrid, Barcelona, Valencia… en cualquier lugar de España. No se limpien las gafas, no, lo que leen es cierto. Una esclavitud sin regularizar, peor que en los siglos XI ó XII. En aquellos tiempos estaba regulada por Fueros y en los Reinos de Asturias y León existían cuatro maneras diferentes de entrar en la servidumbre: por nacimiento, “obnoxación”, deudas y cautiverio. Nos interesa eso de la obnoxación y la esclavitud por deudas. En el primer caso, el hombre libre entraba en la servidumbre por propio deseo, pactando unas condiciones muy restrictivas para él; y en el segundo, o sea, por deudas, éstas quedaban subsanadas por la entrega incondicional de la persona. Hoy día, comparado con aquello, estamos mucho peor. Por obnoxación, aunque estés como un roble, realices quinientas “genuflexiones” y tengas un currículum para acomplejar al sistema, no te empeñes, que es muy difícil que por esas “nimiedades” te abra la puerta algún señorío. En cuanto al ofrecimiento de la propia persona por deudas, ya quisieran los asaltados de hoy que por una hipoteca concedida en época de bonanza pudieran entregar la vivienda al banco y entrar al servicio de éste para que le dejen vivir en “su” vivienda. Pero no, la esclavitud terminó para peor. El piso objeto de la hipoteca, que se valoró para la concesión al precio del “boom inmobiliario”, te lo recalifican en un importe que ni siquiera llega a la mitad… ¡Y a partir de ahí, sigues pagando el resto aunque no tengas trabajo! “¡Y a mí no me vengas con ese argumento, que conozco más de un ciento que le pasa lo que a ti!”, dice el banco. Esto es para indignarse. ¿O no? Mejor dicho, esto es para que a la palabra “indignación” le den el Premio Cabreo del Año. Y es ahora cuando hay que decir: “¡Zapatero, no te vayas!”. Al menos sin dejar arreglado ese desaguisado de los hermanos “Lehmans”. Después, a descansarrrrrrrrrr, como diría Kim África.

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