Vamos a ver cómo les cuento. El domingo se me insinuó
Mercedes Milá y me quedé a ver su programa. Se trataba de la presentación del
Gran Hermano 16. ¡Cómo pasa el tiempo! Uno, que es pecador, recuerda aquella
primera edición llena de morbo en la que se nos presentaba lo que todos
habíamos soñado alguna vez: entrar en casa ajena y ver a mujeres descuidadas.
Sí, no era otra cosa. Pero creo que aquello ya nos lo perdonaron. Lo sé porque
entre mis lecturas un día encontré la respuesta. Bajando Moisés del monte Sinaí
para enseñar a su pueblo las Tablas de la Ley, los israelitas quedaron conforme
en todo menos en aquello de que les prohibieran fornicar. Ahí le dijeron que no
estaban de acuerdo, que negociara más y mejor pero un tema de tal calibre era
imposible de cumplir. Subió nuevamente al monte y Dios le tranquilizó: “Mira,
Moisés, lo escrito, escrito queda, pero en el sexto haremos la vista gorda”. Así,
con este acuerdo, pudo convencer Moisés a su pueblo. Y volviendo a nuestro primer
Gran Hermano, ni que decir tiene que no defraudó, luego hubo un segundo, un
tercero y aquello fue decayendo y ha pasado tanto tiempo que para algunos será
una novedad, pero para quienes nos quedamos en el Pleistoceno, al llegar al
actual, es decir, el dieciséis, el espectáculo de la presentación era ver un
poco más de lo mismo. Sin embargo, nos encontramos con una ceremonia de la
confusión que nace con tal tufillo anestesiante que no sé si tiene algo que ver
las dos elecciones que tenemos a la vista, ¡ojalá me equivoque y no haya ningún
jefe de campaña por medio! La televisión es un gran invento, pero no es una de
mis debilidades. (Ni siquiera la 2, ¡eh!). Aunque por esa cuota de cotilleo que
como ser humano me corresponde, al recordar esas tardes de adormidera en las
que me ha ayudado en la práctica del yoga
español, la conozco bien, y al imaginar la diáspora de un programa como éste
hacia los de Ana Rosa, Jorge Javier o María Teresa Campos, y ser consciente del
tiempo que puede emplear en su “televidencia” tanta gente desocupada, imagino
el poder de porosidad o esponjosidad que va a acarrear en los espectadores de
la cinco. Hasta es posible que algun@ no pueda pensar en otra cosa. Creo que hace
bien Vargas-Llosa en dedicar su tiempo a dar paseos con Isabel. ¿Para qué va a
estar escribiendo como un ingenuo? ¿Para vender libros? ¡Si luego no le va a
leer nadie! Además, ya está en la Historia de la Cultura, ahora sólo le faltaba
estar en la de “la cultura” y eso también lo ha conseguido. Por ejemplo, aquella
chica a la que Jorge Javier le informó que Isabel Preysler salía con
Vargas-Llosa, y que tantos apuros pasó, ya no tendrá ninguna dificultad para
identificarle, ahora sabrá que es don Mario sólo con ver la raya de su pantalón
y sin necesidad de leerle ni una sola línea.
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo del martes 15/9/2015.
Acompañadme:
Título: "Qué nos hemos hecho".
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