Ayer en Salamanca se celebró el tradicional Lunes de Aguas,
día en el que los salmantinos salen al campo para compartir el típico hornazo
con la familia y amigos. El origen de la celebración data de más de quinientos
años, cuando por Cuaresma las mujeres públicas, acompañadas por las alcahuetas
y un clérigo, llamado el Padre Putas, eran conducidas a la parte de la ciudad
donde ésta queda dividida por el río Tormes. Allí existía la Casa de la
Mancebía y en ella quedaban alojadas. Con la vuelta, después de Semana Santa,
se celebraba una fiesta con gran jolgorio, y en ella los estudiantes las
recibían con ramos, de donde procede la palabra ramera.
El buen nombre del Padre Putas fue disfrazado durante años
por el Padre Lucas, un personaje que hoy tiene identidad propia y se ha
convertido en un cabezudo que persigue a la chiquillería en las fiestas. Pero
no crean que con esto regatearon a los niños la verdadera historia, pues éstos,
en cuanto crecían un poco, sabían distinguir a la perfección el padre de verdad
del de pega. Y por lo que leerán más adelante, es una gran satisfacción poder
titular este artículo de tal manera: “El Padre Putas”.
A los niños de mi tiempo, años de dictadura, por aquella
curiosidad innata, mezcla de morbillo, cuando caía en nuestras manos un
diccionario de colegial, lo primero que buscábamos era aquella palabra que si
no aparecía en él, se podía decir que aquello no era ni diccionario ni nada.
Los hombres de hoy recordaréis la palabra a la que me refiero y las mujeres la
tenéis en el encabezado de este artículo. Pero hay que decir que aunque aparecía
transcrito aquel término, no dejaba de ser una cruel decepción. Tomabas el
diccionario e ibas de la pe a la pa hasta llegar a la pu, donde la palabreja
nos remitía a “ramera”; enseguida ibas a la erre, y ésta nos reenviaba a la
palabreja. Al poco tiempo, repetías el circuito a ver si encontrabas algo
nuevo. ¡Vaya, nada, y ni una ‘jodía’ explicación! Pero de lo malo, los chicos
nos baqueteábamos en la calle. Sólo existía algo peor: que fueras una chica embelesada
con los recortables y además obligada a confesar a un cura, un hombre, cualquier
pensamiento impuro.
Esto, cincuenta años atrás, es prehistoria y lo que ocurría hace
más de cinco siglos es la historia. ¿Cómo se explica? Con nada. Hablemos de
hoy; mejor dicho, de ayer lunes, día después del hornazo, y si se comió con
fundamento, como nos manda el señor Arguiñano, es comida de dioses: un relleno de
masa de pan que en su interior contiene lomo de cerdo, huevo duro, chorizo, jamón
y otras viandas, todo ello al horno como si se tratara de una empanada, y, por
supuesto, acompañado de cerveza “sin” y “con” o con buen vino tomado con
moderación.
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 14/4/2015.
Acompañadme:
Hoy, como título: "¡Cómo está el patio!".
Eso tiene que estar bueníiiiiiiiiiiiiiiiisimo.
ResponderEliminarEn mi tierra tenemos la empanada. Es una masa de pan con carne , acelgas, cebolla y patatas. Esa es la empanada berciana.
Luego hay otras derivaciones de ella, que no te voy a aburrir con ellas.
pero la que hacía mi madre en casa cuando yo era pequeña..................Ni te cuento como estaba. Desde que ella no pudo hacerla, yo nunca comí otra igual.
Lo del padre putas.................a mi lo que me conmueve la conciencia es que después de tantos años................seguimos en la misma línea. O hemos progresado tan poco que a mi me parece una perra chica.
Un abrazo chico.
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ResponderEliminarVaya.................No se que el ha pasado a este chisme............
ResponderEliminarLa berciana, por lo que veo, tiene buena pinta y no vamos a discutir cuál es la mejor. Sería una guerra que la perdería con total seguridad. Y no porque el hornazo sea malo, al contrario, sino que como la empanada de una madre, ninguna.
EliminarLo del padre putas se lleva bien y es historia. Lo malo sería que nos pusiéramos a citar al hijo, con perdón por mi osadía, y como de eso saben muchos los árbitros que me saquen tarjeta amarilla.
Gracias por hacerme pensar.
Un abrazo, Lía.