martes, 14 de abril de 2015

EL PADRE PUTAS

Ayer en Salamanca se celebró el tradicional Lunes de Aguas, día en el que los salmantinos salen al campo para compartir el típico hornazo con la familia y amigos. El origen de la celebración data de más de quinientos años, cuando por Cuaresma las mujeres públicas, acompañadas por las alcahuetas y un clérigo, llamado el Padre Putas, eran conducidas a la parte de la ciudad donde ésta queda dividida por el río Tormes. Allí existía la Casa de la Mancebía y en ella quedaban alojadas. Con la vuelta, después de Semana Santa, se celebraba una fiesta con gran jolgorio, y en ella los estudiantes las recibían con ramos, de donde procede la palabra ramera.

El buen nombre del Padre Putas fue disfrazado durante años por el Padre Lucas, un personaje que hoy tiene identidad propia y se ha convertido en un cabezudo que persigue a la chiquillería en las fiestas. Pero no crean que con esto regatearon a los niños la verdadera historia, pues éstos, en cuanto crecían un poco, sabían distinguir a la perfección el padre de verdad del de pega. Y por lo que leerán más adelante, es una gran satisfacción poder titular este artículo de tal manera: “El Padre Putas”.

A los niños de mi tiempo, años de dictadura, por aquella curiosidad innata, mezcla de morbillo, cuando caía en nuestras manos un diccionario de colegial, lo primero que buscábamos era aquella palabra que si no aparecía en él, se podía decir que aquello no era ni diccionario ni nada. Los hombres de hoy recordaréis la palabra a la que me refiero y las mujeres la tenéis en el encabezado de este artículo. Pero hay que decir que aunque aparecía transcrito aquel término, no dejaba de ser una cruel decepción. Tomabas el diccionario e ibas de la pe a la pa hasta llegar a la pu, donde la palabreja nos remitía a “ramera”; enseguida ibas a la erre, y ésta nos reenviaba a la palabreja. Al poco tiempo, repetías el circuito a ver si encontrabas algo nuevo. ¡Vaya, nada, y ni una ‘jodía’ explicación! Pero de lo malo, los chicos nos baqueteábamos en la calle. Sólo existía algo peor: que fueras una chica embelesada con los recortables y además obligada a confesar a un cura, un hombre, cualquier pensamiento impuro.


Esto, cincuenta años atrás, es prehistoria y lo que ocurría hace más de cinco siglos es la historia. ¿Cómo se explica? Con nada. Hablemos de hoy; mejor dicho, de ayer lunes, día después del hornazo, y si se comió con fundamento, como nos manda el señor Arguiñano, es comida de dioses: un relleno de masa de pan que en su interior contiene lomo de cerdo, huevo duro, chorizo, jamón y otras viandas, todo ello al horno como si se tratara de una empanada, y, por supuesto, acompañado de cerveza “sin” y “con” o con buen vino tomado con moderación.



En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 14/4/2015.

Acompañadme:

http://salamancartvaldia.es/not/59602/como-esta-el-patio#sthash.9eH22zB3.dpuf

Hoy, como título: "¡Cómo está el patio!".

4 comentarios:

  1. Eso tiene que estar bueníiiiiiiiiiiiiiiiisimo.
    En mi tierra tenemos la empanada. Es una masa de pan con carne , acelgas, cebolla y patatas. Esa es la empanada berciana.
    Luego hay otras derivaciones de ella, que no te voy a aburrir con ellas.
    pero la que hacía mi madre en casa cuando yo era pequeña..................Ni te cuento como estaba. Desde que ella no pudo hacerla, yo nunca comí otra igual.
    Lo del padre putas.................a mi lo que me conmueve la conciencia es que después de tantos años................seguimos en la misma línea. O hemos progresado tan poco que a mi me parece una perra chica.
    Un abrazo chico.

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  3. Vaya.................No se que el ha pasado a este chisme............

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    1. La berciana, por lo que veo, tiene buena pinta y no vamos a discutir cuál es la mejor. Sería una guerra que la perdería con total seguridad. Y no porque el hornazo sea malo, al contrario, sino que como la empanada de una madre, ninguna.
      Lo del padre putas se lleva bien y es historia. Lo malo sería que nos pusiéramos a citar al hijo, con perdón por mi osadía, y como de eso saben muchos los árbitros que me saquen tarjeta amarilla.
      Gracias por hacerme pensar.
      Un abrazo, Lía.

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