Que Cáritas es un valor en alza lo sabe todo el mundo, y que
sea un alza en una pendiente, también. Cáritas es un fiel reflejo de que la
economía no es una ciencia exacta, ya que, paradójicamente, si la beneficencia cotizara
en Bolsa, a pesar de ese alza, las acciones estarían por los suelos, pues nadie
puede apostar por una Contabilidad en la que entradas y salidas estén a merced
de la generosidad. Pero Cáritas es grande y con alma y, como tal, sería incapaz
de cotizar a la baja el color de piel entre los que pasan hambre. Un hecho que
no es ficción y que se aplica con naturalidad por asociaciones desalmadas en
distintos lugares de nuestra geografía. Cáritas fue fundada en Colonia
(Alemania) en 1897 y su ámbito es mundial. Y aunque pertenece a la Iglesia
católica, no creo que existan muchos ateos de izquierdas o de derechas que
sientan escrúpulo alguno por dejar allí ese carrito de compra o esos donativos
pecuniarios para que los reparta un padre Ángel. Esta es la fuerza de Cáritas,
que la podemos comparar con lo que ocurriría si barremos un desierto de arena. Sería
un barrido permanente. Pero ahí está: a merced de las dunas o de las
donaciones. Y no mal situada en un país como España, que quizá o “sin quizá” sea
de los países más altruistas del mundo. En Salamanca, Cáritas, por esos
caprichos del destino, tiene su sede justo enfrente del ampuloso edificio de
Hacienda. Pero con toda seguridad, quien se acerca a Cáritas, ni por
equivocación entra en Hacienda, que bien sabe el pobre que los muy ricos son
ricos más por llevar cocodrilos en los bolsillos que por su espíritu
desprendido, aunque existan honrosas excepciones. Y esto es sabiduría popular,
no sabemos si lo corroboran las estadísticas. Y también es sabiduría popular
que más de una persona, que en la actualidad visita Cáritas por necesidad, fue
víctima del efecto dominó por engancharse al carro del dispendio de
trabajadores, que por ganar sólo dieciocho, en lugar de veinte, echó a un
trabajador, luego a un segundo, un tercero y así sucesivamente hasta que su
empresa no fue competitiva y al final fue abandonada hasta por los banqueros. Hoy
a ese jefe, en cualquier lugar del país, lo rehúyen por pesado hasta los
compañeros de los comedores sociales, porque él suele decir que no es un pobre
como el resto, sino un pobre de primera. Pero Cáritas no le pregunta.
Hoy, como título: "¡El móvil y el perro!".
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 28/4/2015.
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Hoy, como título: "¡El móvil y el perro!".
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