martes, 28 de abril de 2015

CÁRITAS, MENOS MAL

Que Cáritas es un valor en alza lo sabe todo el mundo, y que sea un alza en una pendiente, también. Cáritas es un fiel reflejo de que la economía no es una ciencia exacta, ya que, paradójicamente, si la beneficencia cotizara en Bolsa, a pesar de ese alza, las acciones estarían por los suelos, pues nadie puede apostar por una Contabilidad en la que entradas y salidas estén a merced de la generosidad. Pero Cáritas es grande y con alma y, como tal, sería incapaz de cotizar a la baja el color de piel entre los que pasan hambre. Un hecho que no es ficción y que se aplica con naturalidad por asociaciones desalmadas en distintos lugares de nuestra geografía. Cáritas fue fundada en Colonia (Alemania) en 1897 y su ámbito es mundial. Y aunque pertenece a la Iglesia católica, no creo que existan muchos ateos de izquierdas o de derechas que sientan escrúpulo alguno por dejar allí ese carrito de compra o esos donativos pecuniarios para que los reparta un padre Ángel. Esta es la fuerza de Cáritas, que la podemos comparar con lo que ocurriría si barremos un desierto de arena. Sería un barrido permanente. Pero ahí está: a merced de las dunas o de las donaciones. Y no mal situada en un país como España, que quizá o “sin quizá” sea de los países más altruistas del mundo. En Salamanca, Cáritas, por esos caprichos del destino, tiene su sede justo enfrente del ampuloso edificio de Hacienda. Pero con toda seguridad, quien se acerca a Cáritas, ni por equivocación entra en Hacienda, que bien sabe el pobre que los muy ricos son ricos más por llevar cocodrilos en los bolsillos que por su espíritu desprendido, aunque existan honrosas excepciones. Y esto es sabiduría popular, no sabemos si lo corroboran las estadísticas. Y también es sabiduría popular que más de una persona, que en la actualidad visita Cáritas por necesidad, fue víctima del efecto dominó por engancharse al carro del dispendio de trabajadores, que por ganar sólo dieciocho, en lugar de veinte, echó a un trabajador, luego a un segundo, un tercero y así sucesivamente hasta que su empresa no fue competitiva y al final fue abandonada hasta por los banqueros. Hoy a ese jefe, en cualquier lugar del país, lo rehúyen por pesado hasta los compañeros de los comedores sociales, porque él suele decir que no es un pobre como el resto, sino un pobre de primera. Pero Cáritas no le pregunta.



En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 28/4/2015.

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Hoy, como título: "¡El móvil y el perro!".

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