Hablemos de la Semana Santa que se avecina:
Es muy emocionante escuchar una saeta o el redoble de
tambores de la procesión, es decoroso que se alarguen las faldas y se cubran
los escotes, es un acto de fe acompañar los pasos y hasta pagar un buen balcón
para no perder el mínimo detalle, es muy importante seguir la norma tradicional
en silencio para que nada desbarre, y, sobre todo, es de desear apartarse para
que el japonés de turno pueda realizar la foto con total comodidad y
asegurarnos más turistas para el año siguiente.
Pero para algunos, los más creyentes, se acercan días de
ayuno, de grandes sacrificios, de darse latigazos en la espalda. Son quienes
viven la Semana Santa con Pasión y realizan un ayuno voluntario que purifica el
alma y que a la par lo agradece el cuerpo.
Sin embargo, en esta Semana Santa, yo me quería referir a
otro ayuno, de esos que mortifican porque se hacen sin querer y obligado por
las circunstancias, pero con generosidad y buena fe, estos ayunos tienen remedio.
Habrán podido darse cuenta que me estoy refiriendo a esos
miles de niños a quienes les van a cerrar los colegios durante los días de
vacaciones, niños de espíritu adulto que estudian para comer, de igual manera
que lo hacen sus padres cuando trabajan. Pero como no hay trabajo, los niños lo
pasan muy mal de vacaciones y cuando abren el frigorífico de su casa y no
encuentran nada que llevarse a la boca se callan para no disgustar a sus
mayores.
Éste sería el momento de poner orden para que no se pierdan los
alimentos de esos otros que ayunan por devoción. Sería tan fácil como sentar a
su mesa a uno de esos niños y darles su plato de comida. “¡Pero vete a saber a
quién metes en tu casa!”, dirán algunos. Y también el chico puede opinar que la
casa es muy fría y comer por caridad muy desagradable.
Hay otra salida: comer por justicia. Y así, lo más propio quizá
sea mantener abiertos los comedores de los colegios sin necesidad de sacar a
los chavales de su entorno. Ustedes me dirán que esto no es muy original, que
son muchos los que ya lo están reivindicando. Lo sé, pero también sé que
quienes pueden ejecutarlo y no lo hacen sólo esperan nuestro silencio, que las
gargantas se rompan o se aburran. Y eso, en nuestro nombre, no.
Y para no herir a nadie y confiando que va a imperar el
sentido común y se va actuar con urgencia, digamos aquello del gitano y su borrico: “También es mala
suerte, ahora que se estaba acostumbrando
a no comer, va y se muere”.
Hoy, como título: "Esas mujeres transversales".
En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes, 17/3/2015.
Acompañadme:
Hoy, como título: "Esas mujeres transversales".
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