martes, 18 de noviembre de 2014

EL WHATSAPP (en adelante, wasap)

Recuerdo un cartel en una empresa que decía “el teléfono se inventó para acortar distancias, no para alargar conversaciones”. Sabio aquel jefe. Con aquello intentaba que los operarios usaran el teléfono lo estrictamente  necesario. Una época, que es de antes de ayer, en las que las llamadas telefónicas costaban un huevo de avestruz y parte de otro.

Hoy que la mensajería está a coste cero también los jefes se quejan. ¿Qué pasa? ¿Es que no nos quieren dejar en paz? No faltará quien piense de esta manera. Pero no, los jefes hoy están renegando del wasap. El wasap es el wasap, dirá la mayoría. Pero para quienes venimos de otra generación hay que buscarle una definición y el wasap es ese ventilador de mensajes que si no lo controlas puede ser tan dañino como el alcohol o las drogas.

Expertos en Recursos Humanos de nivel, como pudiera ser doña Esperanza Aguirre, están pensando introducir en sus exámenes la pregunta estrella: ¿Es usted un wasapeador compulsivo? Como lo es, diga “sí” o “a medias”, pero no diga “no”, que no nos lo vamos a creer nadie. Es decir, se ha levantado la veda en las empresas.

Pero hablemos del wasap, que tiene tanto de bueno como de dañino. Lo mismo puede ser ese vehículo que necesitas para mandar un beso a tu chica o a tu chico, como un mensajero sin alma que pone fin a una relación en apariencia consolidada.

No obstante, existen dos tipos de wasapeo. El que viaja de emisor a receptor y el que se mueve dentro de un grupo. Pido perdón por dar mi opinión: yo prefiero el wasapeo personal. No sé por qué, quizá sea por edad y sufra una secuela de cuando no existía más que las llamadas telefónicas, ya que con aquéllas gozabas de mayor intimidad y hasta llegabas a enamorarte de una voz. Yo recuerdo aquella voz. Pero dejemos atrás las bondades del teléfono y del wasapear a medias (que tienen gran peligro para personas muy sensibles que se pasan el día a la espera de una respuesta) y centrémonos en el wasapeo de grupo.

El wasap en grupo lo vamos a sintetizar en tres palabras, que son: “dejar en evidencia”. Y éstas traen y van a traer muchos disgustos como no exista un árbitro que sea algo así como el que lleva el coche de juerga los fines de semana.

Estos son algunos problemillas: En un grupo puedes molestar por exceso (contestar todo) o por defecto (contestar ex cátedra); algún amigo, casualmente, puede realizar sonidos escatológicos después de cada mensaje tuyo; un familiar se puede creer más familiar que tú y celebrar todas las opiniones de los demás menos la tuya con el deseo de echarte a la cuneta; o también se puede hacer escrache contra ti por ser brillante o ingenioso y ridiculizarte.

Son unos pequeños ejemplos. Imagino que serán cientos los que podrán aportar los lectores. Pero esto es parte del futuro. Un futuro irrefrenable al que estamos abocados. Por tanto, sólo nos queda invocar a la educación y el respeto.

Para terminar, voy a contar una anécdota referente al futuro que me ocurrió hace pocos días a la salida de una institución oficial. Me saludan dos preciosas señoritas y me piden que conteste a una encuesta. Por mis estudios de Sociología, entre treinta preguntas, más o menos, lógico que capté cuál era la pregunta estrella: ¿Usted qué prefiere: realizar los asuntos desde casa por Internet o desplazarse hasta aquí?


Miré la cara del funcionario, que con perdón era la misma del famoso Excálibur, y pensé: “se lo quieren cargar”. Y sintiéndolo así les dije: “Señoritas: Yo prefiero venir aquí a verles a ustedes”. “No, si otro día no vamos a estar”. “¡Pues es una pena!”, contesté.



En www.salamancartvaldia.com tenéis mi artículo de hoy martes.

Acompañadme:

http://salamancartvaldia.es/not/59602/los-malos-ejemplos#sthash.9eH22zB3.dpuf

Hoy, como título: "Alfonso y la jerarquía del número dos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario