domingo, 8 de septiembre de 2013

EL WASAP

“Antes se quedaba para ‘echar unas risas’; ahora, para echar una sonrisa”.

Esto me lo decía un amigo restaurador referido a las cada vez más divertidas veladas de los clientes que acuden a cenar a su restaurante.

Un día cualquiera:
–Buenas noches ¿Son ustedes tres parejas, verdad?
–Sí, ayer reservamos por wasap a nombre de Pepe.
–Ah, bien, ahora miro.
–Efectivamente, aquí lo tengo.
–Por wasap, mediante el código QR, han accedido a la web del restaurante y han hecho la reserva y el listado de su menú (vinos, platos postres…).
No era necesaria mayor comunicación.
En el momento de servir, como buen profesional, mi amigo no quiere importunar y apenas se atreve a preguntar para quién es cada plato. No obstante, uno de los comensales está al loro y le va señalando con el dedo su distribución. Todo a punto.
Mi especial camarero se quedó con la servilleta reposada en el antebrazo mientras observaba. Eran tres chicos y tres chicas que se lo pasaban a lo grande: sonreían, hacían muecas, fruncían el ceño… sin para nada cruzar una palabra entre ellos. Todos tenían un wasap y quizá por ello la comunicación debía ser mucho más divertida. Pero mi amigo no dejaba de pensar para qué se habían reunido a cenar y si se cruzaban mensajes entre ellos o con gente de fuera. Pero mejor no pensar que eso va contra el negocio. Él estaba allí atendiendo el servicio.
Ahora me deja a mí el papel de reflexionar. Pienso que con este invento ya nada va a ser igual. ¿Se acuerdan de Gila cuando cogía el teléfono para llamar a la guerra? “¿Son los Estados Unidos? Que se ponga el encargado… Somos el ejército enemigo, dice nuestro capitán que hagan el favor de dejarnos unas balas hasta que recibamos un pedido que tenemos hecho”. ¿Recuerdan que reíamos todos?
Hoy, con el wasap, a Gila le bastaría con deslizar los dedos, pero nadie reiría. Se acabó la risa. ¡Viva la sonrisa!

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