martes, 11 de junio de 2013
"LA GACETA" Y YO
Ayer fue una mañana extraordinaria, aunque no en el sentido
de perfección, sino extraordinaria por parecerse a esas reuniones a las que has
sido convocado y ni siquiera conoces el orden del día. Igual de despistado que lo
pueda estar ese al que le preguntan para qué sirven las orejas. Estaba yo
esperando turno en el INEM y no lo hacía en condición de reportero virtual,
como tantas otras veces, sino como un currito sin amnesia. En mi vida laboral,
de treinta y siete años, sólo había estado un día en el desempleo. Fue cuando
por asuntos burocráticos no podía pasar directamente desde mi condición de
empresario-trabajador en “Linotipias Ambohades”
a currante-fundador de la nueva Gaceta Regional de Salamanca. De esto
hace ya la friolera de veintinueve años. Entré con 31 y hoy me sacan con 60.
Pero la empresa no ha podido esperar más y la carta de despido dice que pasa
por un mal momento económico. Pero quizá lo más curioso sea que el despido me
lo firme una persona para la que contribuí a que le dieran su puesto de
trabajo. Paradojas de la vida. La nueva Gaceta, anteriormente periódico de los
Medios de Comunicación del Estado, se refundó en 1984, y de aquella primera
plantilla, que fue dada de alta el 5 de mayo, tan bien seleccionada por don
Francisco Rodríguez, el auténtico “alma máter” del diario, hoy presidente de
honor, sólo quedaban hasta hoy dos personas: Chelo, una gran profesional en la
Administración, y quien les habla, un humilde trabajador del servicio técnico que intentó
hacerlo siempre bien, pero al parecer eso no bastaba. Entró en la empresa como
oficial de 1ª y hoy sale de ella, “su casa”, con las alas cortadas y como
oficial de 2ª. Bien, pues aquel periódico, con una maquinaria que podía
suplantar el ruido de una moto, a la que sólo podían moverla las manos de unos
profesionales, comenzó a tener beneficios en 1985 bajo una buena dirección y
gran gestión de Valentín Gallego, es decir, al año de su refundación. Y se
siguió remando cuanto se pudo, ¡tanto, que tres años después era un
transatlántico con rumbo fijo y firme! Y de aquello llegó el fruto de casi tres
décadas de beneficios de manera
progresiva. Bueno, acabo: Yo estoy en la tarde de la vida, pero quizá de lo que
estoy más orgulloso sea que, a pesar de las alegrías y pesares, sigo siendo la
misma persona, en motivación y esfuerzo, que lo fuera aquel chaval de treinta y
un años. Un abrazo a todos los compañeros y hasta siempre.
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