lunes, 1 de abril de 2013
EMPLEO EN SALAMANCA
Es bueno que exista una fuente de información para orientar a quien está
perdido. Me voy a referir a esos informes infames de Empleo que nos ofrece el Ministerio
de la cosa cada cierto tiempo. Para la ciudad en la que vivo, Salamanca, llamada Roma la
Chica, de 37.000 parados, el último Informe da como único empleo emergente el
de “vendedor de mercadillos”. Yo que conozco a mi hijo como si nos lo hubieran
cambiado al nacer, ¡miedo nos da hacer las pruebas!, veo que estamos ante el
empleo de su vida. “Mira, hijo, esto es lo tuyo”. “¡Valiendo, oiga!”, me
contesta. Para cualquiera puede parecer que es un poco gilipollas, pero no, mi
hijo ha sido educado con mucho mimo y a lo largo de la vida se le han explicado
las cosas hasta el último detalle. Cuando era pequeño, recuerdo que en las procesiones
distinguía a todos los nazarenos por muy achinados que llevaran los ojos, y con
apenas tres años nos decía: “este es el Macario”, “esta la señá Teodora”… A nosotros, a veces, se nos escapaba algún que
otro comentario. Recuerdo en cierta ocasión que nos dijo “este es el tío
Lamento” y su madre contestó: “el perejil de todas las salsas”. “Mamá, por qué
dices eso?”. “Porque el tío Lamento es el perejil de todas las salsas”. “¿Y por
qué…?”. “Calla, que nos está oyendo, que te lo explique tu padre”. Lo bajé del
hombro, me puse de cuclillas a su altura y allí, en medio del silencio, le
dije: “es que a ese señor le gusta ser el niño en el bautizo, el novio en la
boda y el muerto en el entierro”. Me di cuenta que no entendió nada. “Papá, ¿el
señor Lamento se quiere morir?”. “No, hijo”. “¿Entonces?”. Avisé a su madre de
que era hora de marcharnos para casa. Al llegar, al niño le importaba un
pimiento el tío Lamento y los refranes, lo único que quería era pegarme una
paliza en la Play Station. Después, según fue creciendo, nunca había destacado
en nada, pero siempre fue un preguntón y yo sabía que había que contestarle rápido
para que pusiera atención y aprendiera, algo que a sus maestros les
desquiciaba. Ahora, de mayor, pienso que como “vendedor de mercadillos”, el empleo emergente en
Salamanca, se quedará sin rival. Claro, tendrá que pasar por un examen, que
los vendedores son gente muy seria. Así que adelante. Había una cola de tres pares de tetas,
cientos de cienes pasaban ante el tío Manolo y éste les iba dando aire y no
apartaba a ninguno. Mi chaval estaba ya cerca de la prueba. Escucho la respuesta de los dos
que están por delante. El tío Manolo pregunta: “A ver, imaginaos que tenéis que
decirle a la gente que los productos son baratos porque se han ‘trajinao’, y
deben entenderlos todos menos los
municipales”. “Señoras, señores, barato, todo distraído…”. “No. Eso lo entiende hasta un loro”, contesta el
tío Manolo. “El siguiente”. “Señoras, señores, barato, conseguido al descuido”.
“Tampoco. Algo de más impacto y no tan claro”. Este era el momento de mi
chaval. Estaba tan tranquilo. “¿A ver
tú, dime?”. Los momentos se me hacían eternos hasta que saltó: “¡Señoras,
señores, todo Bárcenas!”. El tío Manolo y yo nos pegamos por abrazarle. Por
fin, un curro decente.
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¡Qué ingenioso eres, caballero y cuánta razón tienes! Esperemos que esto cambie pronto, pero muy pronto. Si no, no sé qué va a pasar. Un abrazo.
ResponderEliminarLa verdad y lo malo de esto es que "vendedor de mercadillos" esté como la oferta más demandada en los últimos meses en Salamanca. Lo llevamos claro, amigo.
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