Nada hacía presagiar que la historia de nuestro aún Sumo Pontífice tenía algún capítulo por escribir. Es verdad que en comparación con los últimos papas no gozaba del carisma de Juan XXIII ni el de Juan Pablo II, ambos camino de santidad, ni ha disfrutado de la leyenda del también carismático y bonachón, pero de breve y oscuro Pontificado, como tuvo el desdichado Juan Pablo I. No, nuestro Papa Benedicto estaba predestinado para ocupar en la línea de sucesión papal un papel parecido al de Pablo VI, algo así como el de gestor. Pero de la gente inteligente no te puedes fiar porque te la preparan, ya que viven con la filosofía de que no serían inteligentes si no se dieran cuenta de ello, y si les dejas pensar, caen en la cuenta de esas cosas que al resto de los mortales nos pasan desapercibidas. Con esta dimisión, aparte de dar ejemplo, ya que en la actualidad no dimite nadie, ¿a ver quién le saca de la Historia en los próximos quinientos años hasta que a alguien se le ocurra batirle el récord que él le ha quitado al último Papa Gregorio? Difícil lo tienen los siglos venideros. No obstante, a pesar de lo dicho, me resisto a creer que nuestro querido Papa alemán tenga ese tipo de vanidades, y hay que barajar la otra opción, también inteligente, de que el bueno de Benedicto XVI no quiere que se muera el Papa, prefiere que sea Ratzinger quien lo haga. Sea como sea, no sabe lo que ha crecido Su Santidad a la vista del mundo entero. Usted no podía con su alma y nosotros no podíamos ayudarle. ¡Feliz descanso!
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