martes, 2 de octubre de 2012
25-S, Una victoria agria
–¿Hay algo peor que una derrota?, mi general. –Sí, una victoria agria. –¿Qué es una victoria agria? –Vencer sin honor. Es la que se obtiene por abuso de poder, por pegar a un impedido, por robar a un pobre, por mandar cien soldados a la batalla para defender tus galones… –¿Y cuándo termina la batalla?, mi general. –La batalla tiene que tener un principio y un final y quien obtenga la victoria nunca debe de hacer uso de las represalias. – ¿Y la guerra cuándo termina? –Siempre al finalizar la última batalla. –Y si un general ya ha ganado veinte o treinta batallas, ¿no ha ganado la guerra? –No, soldado, “general que gana cien batallas no gana nada si pierde la última”. –No quiero ser militar. No me gustan las guerras. Además, ¿por qué Dios está en ambos bandos? No lo entiendo. –No, Dios está al lado del justo y a veces hace milagros, pero Dios tiene mucho que atender y nosotros debemos combatir para salvar la vida, pues de las guerras se sale, pero de las tumbas, no. –Ahora mismo dejo el uniforme. –No, soldado, estamos en guerra y a eso se le llama deserción. Tienes que esperar el desenlace… [Esta conversación, actualizada con “tío”, “hostia” y “a por ellos” por ambos bandos, seguro que se dio el 25-S en los aledaños del Congreso. De momento no sabemos de cuántas batallas constará la guerra ni quién ganará la última, pero estamos seguros de que ésta fue una pelea entre los que quieren trabajar, quizá su última oportunidad, y los que tienen trabajo. Si el poder se adjudicó la victoria, ésta es una victoria agria].
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