-No sé qué hacer,chico, me quiero marchar de la empresa y mi familia no me deja.
-¿Y de qué vais a vivir…?
-No sé, pero es que me da pena mi jefe.
-¿Por qué?
-Porque él quiere que me vaya y ahora tiene una buena oportunidad con la Reforma.
-Keledén KELEDÉN.
-¡Qué maldad tiene mi amigo! –le digo a un tercero. ¿No te parece?
-Oye, que yo no quiero decir nada, que después todo se sabe.
-Pero es que él me ha querido echar toda la vida y para esta vez que lo tiene a “güevo”…
-¡Que no! A mí no me metas por medio. Tú no me has dicho nada. ¡Lo negaré siempre!
-Pero si no te he dicho nada…
-Pues eso.
(Coño, ahora que caigo: si el jefe de éste soy yo, si estoy hablando con “el negro” que me escribe los artículos… Éste se entera:)
-¡Infame… ¡ ¡Ladrón! Abusas porque soy tonto.
-Que no, que usted es muy listo.
Pues aprovechando la crisis..........¡Todos a la calle!!!.
ResponderEliminarAl primero que echaba yo es al jefe, por incompetente. Después ya veríamos quien ocupaba su sitio..............
Lía, se puede ser jefe hasta con cuatro patas. ¿Te acuerdas de "Imperioso", el caballo de Jesús Gil? Jesús Gil no es que fuera muy íntegro que digamos, pero ahí llevaba razón: todo lo consultaba con el equino.
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