jueves, 23 de febrero de 2012

La suerte

¿Qué es la suerte? El vulgo dice que una buena quiniela; el parado, un trabajo; el viejo, una buena nuera; la suegra, un buen yerno; el bebé, beber de una buena teta. Seguiríamos. Pero la realidad es que en profundidad casi nadie sabe qué es la suerte, ni cuánto vale, ni de qué está compuesta, ni si es mejor ser rico o pobre para morir. Los mismos pobres lo dicen de los ricos cuando éstos caen enfermos – “¡Qué mala suerte, coño, con la pasta que tiene!” –. Lo que pensará el rico del pobre, no lo sabemos, quizá sea irreproducible. Por ello, los pobres, que son mayoría, saben que hay que estar preparados para lo bueno y para lo malo, y mientras sea lo bueno, se sienten como pez en el agua. El pez nunca valora al agua hasta que no sale a la superficie, como nunca se valora la salud hasta que falta. Y en esta vida se ejerce la democracia con la muerte, porque nadie se muere de sano y todos tienen que morir. En la actualidad, excepto Bill Gates y unos cuantos, que dan dinero a los pobres por el frontispicio del chalet al tiempo que les genera otros ingresos por el garaje, el resto no son más que unos tacaños que se justifican con siete palabras: “que los pobres no hubieran nacido pobres”. La suerte económica, en estos tiempos, más que nunca, viene unida al nacimiento. Y la mala, malísima suerte, es nacer en el tercer mundo. En lo demás, hay que buscar chupitos de felicidad. Me contaba un amigo que él no había tenido suerte ni con el perro, pues lo compró por prescripción facultativa para perder peso, y el animal era tan vago, que en vez de perder peso con él,lo que hacía era ganarlo.

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