miércoles, 9 de marzo de 2011
Lionel Messi
Sin realizar su mejor juego, ni mucho menos, del partido “normal” que realizó ayer Messi contra el Arsenal, lo único que se nos ocurre decir es que el pequeño gran jugador argentino ha puesto muy alto el listón para ser “balón de oro”, o sea, para que alguien sea mejor que él. El partido estaba trabado, al argentino le habían escatimado un penalti y en otra jugada posterior, Messi recogió un balón y tiró seco y fuerte al centro de la portería, donde el portero le atrapó el tiro, y Messi miró al cielo. Allí imploró la inspiración divina, y en situación similar, amenazó con tirar y no lo hizo, pero sí hizo lo que quería, en este caso que el portero se adelantara, y ahí le sacó la opción B, es decir, le alzó la pelota, y Messi recibió el balón justo en el sitio donde era letal, donde su pierna izquierda no perdona y, según bajaba la pelota, la empalmó y ¡golazo! Después, tuvo la oportunidad de tirar un penalti y marcarlo. Y durante todo el partido su juego fue el de siempre, con eficacia máxima, ya sea con balón o sin balón, que así también se juega. Termina el partido con el pase del Barcelona a cuartos, y ahí estaba Messi con la nobleza y la sobriedad que le caracteriza, saludando a los jugadores contrarios. El Barça está vivo en la carrera que puede llevarle a la final en Champions, donde sería deseable que tuviera como rival al otro equipo español que sigue en la competición: el Real Madrid de Cristiano. Messi y Ronaldo, aunque están en la misma generación, son dos jugadores que marcan la diferencia y que nunca se resolverá el dilema de quién es el mejor, siempre llegaremos a la conclusión de que son diferentes, pero el reconocimiento y premios, que es una victoria a los puntos, se inclina por el jugador argentino. Y si jugadores que son de la misma generación no son comparables, cuánto más difícil compararlos con otros jugadores históricos. Messi aprende a ser más Messi cada día sobre todo cuando le comparan con “El Pelusa”, ya que quizá Maradona fuera más espectacular, pero su enemigo lo llevaba debajo de la camiseta, y su vida deportiva nos pareció un suspiro.
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